La política interior no carece de importancia; sin embargo, gracias “a ese mismo Estado” y según le conviene, nos brinda en bandeja la ilusión de participar en la política exterior. Es una forma de seducir a los ciudadanos de “a pie”, halagarlos y hacerlos sentirse héroes.

Durante la reciente Vuelta Ciclista, diferentes altercados se fueron sucediendo en varias ciudades del norte de España, para inexplicablemente contagiarse a otras. Sin incidentes se había corrido el Giro, el Tour y la Volta a Catalunya. Sin embargo, hubo empujones en Figueres. Gritos en Bilbao. Masivas protestas en Mos e invasión de la calzada en la bola del Mundo en Navacerrada: culminando con la irrupción de miles de “pacíficos” manifestantes en el desarrollo del final de etapa, en el Paseo del Prado y Cibeles. Curiosamente alentados por el presidente del Gobierno.

No se debería exponer, como chivo expiatorio, a los equipos ciclistas de la Vuelta ante una situación política. Son profesionales que se limitan a trabajar, a defender su carrera y hubo que suspender la llegada a meta, ante la avalancha de furibundos reclamantes que invadieron la vía pública, tiraron vallas contra las fuerzas de seguridad y las derribaron para impedir el paso de familias, viandantes y ciclistas.

El Gobierno, trata de distraer al ciudadano. Conseguir que se hable en exclusiva de la guerra de Gaza, acallando las cuestiones cercanas a su círculo: jugosos informes de la UCO sobre Cerdán, Ábalos o algún que otro ministrable. Presuntos actos de privilegio como acoger durante meses a su hermano en La Moncloa, cuando simulaba vivir en Portugal, para pagar menos impuestos. Poner a disposición de su cuñada Kaori Matsumoto, una ambulancia para las revisiones ginecológicas. Sin olvidarnos de su pública protección hacia “su” fiscal general del Estado. Por no citar la gran asistencia de ministros al sesenta cumpleaños de J. L. Ábalos, al restaurante del ahora denostado Víctor de Aldama, donde todos compartieron risas, canapés y copas, para después negar, “conocer a ese señor” como Pedro negó a Cristo.

Ahora hay que hablar de la muerte de  millares de personas, sobre todo niños en la franja de Gaza y del supuesto embargo de armas a Israel: pero no por caridad o remordimiento, sino porque como medida disuasoria le viene bien al Gobierno.

Es cuestión de “tiempo gubernamental” y ahora tratan de excluir a Israel del Festival de Eurovisión y como absurda medida de presión, qué si acuden ellos, no iríamos nosotros. Pero… ¿Tratándose las competiciones deportivas de tan macro negocio, vamos a eliminar a los deportistas israelíes de los torneos de futbol o baloncesto? ¿O en ese caso los magros intereses económicos podrían “sortear” los muertos y los dilemas morales?

No se trata de los bombardeos y de la muerte de miles de personas, ni de la destrucción premeditada de sus hogares, del éxodo a que los condiciona, ni de la tremenda hambruna; que también. Se trata de desviar o tapar, las acusaciones de supuesta corrupción, amiguismo, deslealtad o sobornos del gobierno y su partido.

Aliarse, en exceso, con el tema de Gaza, es querer hacer “nuestra”, una guerra que desconocemos y que está llena de matices. Destrozar el fin de fiesta de un evento deportivo, no va a suponer la salvación de la población gazatí, y nos puede extrapolar hacia el antisemitismo judío.

Visto lo visto, el futuro aparece como una tenebrosa dictadura, que quisiera manipularnos. Ni siquiera vamos a necesitar temer a la IA. Por sí mismos, los gobiernos ya son muy poderosos

Genocidio, no son bombardeos masivos, ni matanzas cuerpo a cuerpo en el campo de batalla, ni la engrasada herramienta militar de los llamados daños colaterales.

El término legal de genocidio (Naciones Unidas 1948): Exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad, ha pasado en nuestro país, de ser tabú a vandalizarse.

En Armenia, el Imperio Otomano causó la diáspora y el exterminio de dos millones de armenios. Sobredosis de morfina, gas tóxico, inoculación de la fiebre tifoidea fueron los precursores de los sistemáticos asesinatos médicos de los experimentos nazis durante el Holocausto.

En su día J.M.Albares ministro de Asuntos Exteriores, alegó que solo el presidente del Gobierno y él mismo, podían utilizar esa palabra. Ahora la manosean en cada una de sus declaraciones con el fin de capitanear el “movimiento gazatí solidario”.

Israel, como nosotros, goza de democracia y ni todos los ciudadanos aplauden a Netanyahu, ni coinciden con su forma de gobierno. Probablemente ni Sánchez ni Netanyahu vuelvan a ser reelegidos presidentes: uno por tener pendiente casos judiciales, otro por manifiesto descrédito y constantes “cambios de opinión”.

Los vergonzosos altercados de la Vuelta ciclista a España no convierten a España en un país solidario, como ya señalan periódicos de otros países. Sino que mientras se habla de banderas palestinas y del azaroso discurrir de la Vuelta Ciclista no se mencionan “los asuntos internos” del día a día.

No nos olvidamos del sufrimiento del pueblo gazatí; merecen la paz y una vida digna, pero su actualidad, nos ha ayudado a poner de relieve que, en España, algunos gobernantes escudados en su causa y envueltos en su bandera aprovechan la ocasión para hacer méritos.

Visto lo visto, el futuro aparece como una tenebrosa dictadura, que quisiera manipularnos. Ni siquiera vamos a necesitar temer a la IA. Por sí mismos, los gobiernos ya son muy poderosos.

De la tertulia: Academia Literaria Hispana