A mí lo que más me mola del apóstol Santiago, patrón de España, es aquello que le preguntó a Cristo, cuando en una perdida aldea se negaron a recibirles:
-¿Quieres que digamos que baje fuego del Cielo y los destruya?
Está claro lo bien que habían entendido los hermanos Zebedeo aquello de que "Dios es amor", frase del pequeño Juan, por cierto, aunque unos añitos más tarde.
Y ahora que lo pienso, a lo mejor he incurrido en delito de odio por felicitar al violento Jacobo. No sé si Pedro -Sánchez- me lo va a perdonar.
La historia de España está forjada en cuatro victorias. En primer lugar, contra el islam, donde el signo de Santiago fue, no hace falta recordarlo, la enseña de las tropas cristianas frene a la morisma.
La segunda victoria de España fue contra la Reforma luterana, pues España fue el alma de Trento. ¿Lutero un tirano? Y de la peor especie. Un tirano de la razón sometida, un déspota de la aristocracia frente al pueblo. Recuerden: cuando los príncipes alemanes le incitan a dar carta teológica a la represión del campesinado, el agustino sentenció: ¡Exterminarlos!
Pero sobre todo, el liberticida Lutero fue, insisto, un déspota de la razón humana, para él, incapaz de llegar a conclusión alguna. Y así, sumió a Europa, madre del mundo, en el vértigo y todavía, en buena medida, vivimos en él.
Trento, un concilio español, puso coto a una de las grandes tiranías impuestas por el hombre a sus semejantes: el determinismo calvinista, padre del capitalismo más atroz.
España y su patrón Santiago fueron también a quien relaciona la gran obra evangelizadora de América. Asusta pensar que fueran los protestantes anglosajones quienes hubieran descubierto América: ¿Existe acaso la raza angloindia? No hombre, no: los españoles se mezclaron con los indígenas y crearon la raza hispana: los ingleses mataron a los indígenas y se asentaron en su territorio.
En cualquier caso, el catolicismo llegó en Europa hasta allí donde llegaron las armas españolas de los Austrias.
Además, los conquistadores españoles se enfrentaron a una tiranía mucho más retorcida, que en 2025 llamaríamos ecologismo o cambio climático.
Hablo de la tiranía del indigenismo caníbal, de raíces panteístas, que adoraba tanto a la Madre Tierra Gaia-Pachamama que no dudaba en sacrificarles en holocausto esa especie, una más entre muchas, llamada humana. Arrancar el corazón al enemigo, en vida, se convertía en un acto de profundo contenido religioso. Fue con esta barbaridad con la que terminaron los españoles.
La cuarta victoria del Patrón de España fue en la guerra civil. De toda Europa Occidental, hasta el Muro, fue en España donde se vivió lo más parecido a una revolución comunista, con la II República, una democracia homicida, régimen nefasto donde el asesinato se convirtió en el instrumento de la masonería y en el pasatiempo de la izquierda... progresista.
Por tanto, no vendría mal, este 25 de julio, enorgullecerse, un pelín, de la esencia de España. Sobre todo en este siglo XXI, y más que nunca con el Sanchismo, cuyo único proyecto es la descristianización de España, una nación que ya ni tan siquiera celebra a su patrón, nada menos que Santiago El Mayor.
Y recuerden la historia de los tres apóstoles predilectos, según reza la leyenda popular: a Juan le dio a su Madre, a Pedro la Iglesia y a Santiago... España. A lo mejor porque era el regalo más rancio y áspero de todos, pero también esto es motivo de orgullo.
Santiago Apóstol y las cuatro victorias de la Hispanidad, que no es otra cosa que España, un país que fue grande, que ha degenerado desde que renegó de Cristo y que en cuanto vuelva a Cristo volverá a ser grande.