Domingo 28 de diciembre, festividad de la Sagrada familia. El entonces cardenal-arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, sacaba ese día a la calle de Madrid, en concreto a la Plaza de Colón y aledaños, a las familias madrileñas para, en una Eucaristía, defender precisamente eso, a la familia. Osoro se encerró en la Catedral para celebrarlo y el negociador don José Cobo sigue reduciendo el impacto de la fiesta litúrgica en defensa de la familia natural.

Sí, natural, la formada por hombre y mujer y abierta a la vida. Sí, con un padre y una madre abiertos e acoger a todos los hijos que puedan tener y a educarlos en el amor de Cristo. 

El gesto de Rouco era importante porque nunca como en esta era los católicos debemos salir a la calle, sin vergüenza, para combatir a tanto sinvergüenza que pretende recluirnos, no ya en los templos, sino en nuestras conciencias.

En 2025, además de importante, la cosa ha pasado a ser urgente: ¡Todos a la calle, a defender el sexo biológico y la precitada familia natural!

Sólo porque hay que reivindicar lo obvio: por ejemplo, que no nacimos, nos nacieron. Nadie nos pidió permiso para nacer, ni para nacer hombre o mujer, rico o pobre, alto o bajo: sencillamente Dios nos otorgó el espléndido don de la vida, con unas condiciones naturales que no tenemos ningún derecho a cambiar... ni podemos cambiar salvo para caer en el fenómeno Frankenstein, muy habitual, que no normal, en nuestros días.

¿Y una eucaristía por la vida para el 25 de marzo? También. Rouco ya se lo planteó: sacar la calle a los católicos para una eucaristía en defensa de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural. El 25 de marzo, Día del Niño por Nacer, nueve meses antes de Navidad. 

Todo ello porque la familia es una célula de resistencia a la opresión. Una genialidad de Chesterton pero que no es ninguna paradoja vacua sino una verdad meridiana. La familia es el único lugar de la sociedad donde se mide a la gente no por lo que aporta sino por lo que es: aunque sea deforme. 

¡A la calle, no seamos miedicas!

Monseñor Cobo: repita usted lo de Rouco: merece la pena.