Muy dolida estaba la corresponsal de Radiotelevisión española en Washington, Cristina Olea. Daba la noticia de que el FBI había detenido al asesino de Charlie Kirk y parecía que le molestaba un tanto la detención. Nos advirtió que el FBI había metido la pata, al detener previamente a dos inocentes, como si eso no fuera lo normal en toda investigación: interrogar a inocentes hasta dar con el culpable. 

Además, doña Cristina se temía una furiosa reacción, previsiblemente antidemocrática, por parte de Donald Trump, lo que seguramente provocará más polarización, aún en los Estados Unidos, un país muy polarizado, como todo el mundo sabe, por culpa de Donald, el amigo de Charlie. 

Por supuesto, el asesinato tan solo es uno más entre los muchos actos de violencia política que asolan el país… Seguramente por causa de un tal Donald Trump, como creo haber dicho antes. Y hasta estoy seguro de que la señorita Olea estará muy pendiente de que el FBI se comporte según derecho y conforme a los hábitos democráticos que merece nuestro ciudadano asesino. A fin de cuentas, sólo ha matado a un "ultraderechista". Por contra, si la víctima fuera un demócrata, estaríamos ante un pérfido facha que acaba con la vida de un hombre tolerante.

Si es al revés se trata de un rebelde que mata a un ultra, previsiblemente fascistoide. No tiene nada que ver.

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En Hispanidad ya hemos dicho que los grandes éxitos de la propaganda del Nuevo Orden Mundial (NOM) ha sido la equiparación entre cristiano y ultra. Así, los católicos no somos gente que discrepamos de los progresistas, sino gente que no tenemos derecho a hablar. Ni tan siquiera como la oveja negra del debate, sencillamente no se nos invita al debate. Cristiano igual a ultra. Bueno, salvo que sea un católico rarito, de los que suplica no ser expulsado del rebaño. Y así, naturalmente, quien centra el debate gana el debate.

Nos falta reparar en, cómo no, los delitos de odio. Es un invento progresista que responde a la característica principal de, por ejemplo, el Sanchismo: dime de qué presumes y te diré de qué adoleces.

Es decir, aquellos que más odian son los progres, que se ensañan con vivos y muertos, también con Charlie Kirk y, sin embargo, somos los cristianos los acusados de delitos de odio. Al parecer, odiamos muchísimo, a las mujeres, los homosexuales, los transexuales y los progresistas en general. 

Alarma de la palabra. Jamás se debió pegar a nadie e incluso insultar a alguien. Simplemente exponía sus argumentos, con la lengua, no con las manos, pero, claro está, el creyente no es un discrepante, es un peligroso odiador al que no se le debe permitir hablar.

El asesino tenía 22 años y decidió que para que su víctima no pudiera hablar lo mejor era matarlo. Cuando la gente no puede hablar surge la violencia, ha remachado el gobernador del Estado de Utah. Oportuna advertencia.