En plena lucha por su supervivencia jurídica con los jesuitas, el Opus Dei ha lanzado una idea grandiosa: la oficina de Sanación y Escucha.
Al parecer, se trata de escuchar, como su mismo nombre indica, a aquéllos y a aquellas que han sufrido mucho en su paso por el Opus Dei, una forma de sanar escuchando -¿O era escuchar sanando?-, siempre revoloteando alrededor de un concepto cuando menos peligroso: el acoso espiritual.
Se habla de escuchar a los ex'. Los ex han salido de la Obra, bien por la puerta grande, y entonces no pasa nada, bien por la puerta pequeña, en cuyo caso no necesitan sanación alguna: lo que necesitan es arrepentirse de su mala leche y de su infidelidad
Recientemente he leído a una sesuda catedrática, muy pía, un artículo en verdad repugnante sobre el acoso espiritual, que no es sexual sino que es, me temo, todo el que sufre un tipo al que se le acerca otro tipo y le dice que por qué no se preocupa de su alma y reza un poquito. Es decir, lo que siempre se conoció como evangelización o, en el seno de la Obra, apostolado.
La oficinita de sanacioncitas hace buena la solemne estupidez del acoso espiritual, que supone, en pocas palabras, cargarse la dirección espiritual y con ello todo proyecto evangelizador
¿Y los que se han marchado en medio de grandes traumas? Mire usted, siguiendo con la jerga interna del Opus Dei, los hay que se van por la puerta grande, incapaces de vivir su exigente vocación pero con la humildad necesaria para no culpar al prójimo de sus propios fracasos. Estos suelen seguir en relación con la Obra (más acoso espiritual, sin duda) y los que salen de la obra por la puerta pequeña, y esos sólo tienen inquina hacia la Obra... como ocurre en cualquier otra vocación cristiana. ¡Qué le vamos a hacer!
Pero lo de la sanación es una 'grossen chorradem'. Ocurre esto en tiempos del fundador y San Josemaría hubiese llamado a capítulo a más de uno para decirles palabras fuertes sobre la iniciativa.
¿A qué numerario modernista, ergo descerebrado, se le habrá ocurrido esta memez?
A ver si nos entendemos: el concepto de 'acoso espiritual', otra gilipollez, es el nuevo instrumento demoníaco -sí, demoníaco- para acabar con la evangelización, razón de ser de la Iglesia.
¿A qué numerario modernista, ergo descerebrado, se le habrá ocurrido esta memez de la Oficina de Sanación y Escucha?