José Cobo, el jovencísimo y barbudo cardenal de Madrid no sabe lo que es un jilguero. Ha llegado tan alto siendo tan joven que todavía no ha tenido tiempo para aprender las cosas necesarias, no ya las que debe saber un cardenal, José Cobo ni siquiera conoce el código de la circulación que rige el tránsito por la vida de un cura de aldea. Pero de todo esto él no tiene la mayor parte de la culpa; es culpable sólo en parte en cuanto que se ofreció al cargo durante mucho tiempo hasta que lo consiguió, pero la mayor responsabilidad de este disparatado nombramiento la tiene quien le hizo cardenal. No, no es lo grave que una persona se crea que es Napoleón, lo verdaderamente grave es que los demás acepten que esa persona es el emperador de los franceses.

José Cobo, desde que le nombraron cardenal hasta hoy, ha olvidado las pocas cosas que aprendió, porque su expansiva ambición de mando ha expulsado de su cabeza las ideas que le debieron meter durante su estancia en el seminario. El vacío que han dejado las ideas en la cabeza de José Cobo lo ocupa ahora la intriga, porque José Cobo solo sabe conspirar y por eso se dedica a matar a los jilgueros a perdigonazos

José Cobo no sabe lo que representan los jilgueros. El cardenal de Madrid no se fijó, cuando estuvo en el conclave, que los jilgueros pintados en la Capilla Sixtina representan a Cristo, por tener roja su cabeza. Y por no saber esto, cuando dispara contra los jilgueros siempre apunta a la cabeza. De modo que desterró a quien hacia cabeza en la Comunidad de los benedictinos del Valle de los Caídos y ha expulsado a de su comunidad a la superiora de las HAM.

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Yo he dado muestras durante toda mi vida de tener el respeto que le debo a mis obispos, pero solo el respeto que les debo, porque las deudas que no he contraído -me disculparán que lo diga con mi veta de Vallecas- no voy a ser tan gilipollas de pagarlas. Por eso yo no me voy a creer la basura que están vertiendo personajes como el director de Vida Nueva y responsable de la sección de religión del periódico La Razón o un excura que ahora vive de pasar por ser un ser un experto en sectas. Tal estrategia es propia de la mafia, que primero asesina y después le inventa un delito a la víctima, para presentar el crimen como un acto de justicia.

Leí ayer un artículo que me ahorra contar la verdad de lo que ha pasado con las HAM, está publicado en Religión en Libertad se titula El caso Ham: Un universo de oportunidades y lo ha escrito Jesús García. Es clarísimo y muy largo, por eso les pido que tengan paciencia cuando lo lean para llegar hasta el final. Y les ruego que después de que lo lean lo difundan, a ver si conseguimos que llegue a alguien con capacidad para impedir que el cardenal de Madrid, José Cobo, siga matando jilgueros.

 

Javier Paredes

Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.