Un escalofrío ha recorrido mi cuerpo, cuando he asistido a la santa misa de hoy y he visto salir al sacerdote revestido con casulla roja. He pensado para mí que así debía ser, porque hoy se celebraba litúrgicamente la fiesta de los mártires españoles que murieron a manos de los socialistas, los comunistas y los anarquistas, alentados por los masones, durante la Segunda República Española (1931-1936) y la Guerra Civil (1936-1939).
Pero antes de ir a la iglesia de mi barrio ya me había llevado un sopapo en el alma, al ver en un misal la denominación oficial de esta fiesta: “Jueves 6 de Noviembre. Santos Pedro Poveda Castroverde e Inocencio de la Inmaculada Canura Arnau y compañeros”. Ni una pista de cuántos compañeros se trata, ni qué era los que les unía en compañía. Todo para ocultar que la misa de hoy se celebra en honor de los 11 santos y los 2.119 beatos, 2.130 mártires españoles en total que ya han subido los altares de momento, por haber derramado su sangre en la mayor persecución que, en sus dos mil años de existencia, ha sufrido la Iglesia católica.
Poveda y Canura murieron mártires los dos, pero en etapas históricas distintas. El padre Poveda murió mártir el 28 de julio de 1936, diez días después de que estallara la Guerra Civil. Y el pasionista Inocencio de la Inmaculada, junto con los mártires de Turón, fue asesinado el 9 de octubre de 1934, durante los sucesos del golpe de Estado que dieron los socialistas, que algunos llaman Revolución de Asturias.
Al recordar la fecha del martirio del padre Inocencio de la Inmaculada sentí en el corazón el recuerdo del arañazo de la traición. Les cuento. He tenido el honor de que la editorial Ariel me encargase hace años la dirección de sus manuales universitarios de Historia Contemporánea, en los que han escrito muchos colegas de todas las universidades de España. Por el prestigio de esa editorial, siempre tenía más voluntarios para escribir que capítulos de los libros. Y uno de los autores que yo he coordinado, para dárselas de progre y escalar en la Universidad, traicionó mi confianza y escribió, literalmente esta barbaridad en el capítulo del franquismo: “Los clérigos recibieron beneficios de las autoridades triunfantes: muchos de ellos sentían que los militares les habían salvado físicamente la vida, aunque la persecución religiosa desde julio de 1936 la hubiera desatado materialmente el levantamiento militar”. Así que en las siguientes ediciones nunca más volví a contar con semejante lumbrera, aunque solo fuera porque ya antes del 18 de julio de 1936 se había producido el asesinato del padre Inocencio y los mártires de Turón.
En diversos artículos he expuesto las razones por las que no puedo estar de acuerdo con la denominación oficial de la Conferencia Episcopal española de “mártires del siglo XX” o “mártires de la década de los treinta”, por ocultar que en la Guerra Civil el Frente Popular, el bando de los antepasados políticos de quienes hoy gobiernan en España, martirizó a miles de católicos y, por el contrario, que el bando de Franco defendió y protegió a la Iglesia católica. Además de que la mentira tiene las patas muy cortas, es que a mí la mentira me produce repugnancia. Y como hoy precisamente se acaba de colgar un video en el que amplío mis razones y explico lo que sucedió en la persecución religiosa durante la Segunda República y al Guerra civil, esto me ahorra seguir escribiendo. Les invito a lo que lo vean.
Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá