Al parecer, se han puesto de moda los juguetes para adultos. En principio, nada que objetar. Que se sepa, la única vez que el gran Chesterton, que trataba con especial delicadeza al personal de servicio, se enfadó con la señora que limpiaba su escritorio, terminó con estas esclarecedoras palabras: "puede hacer lo que quiera con los malditos papeles pero mis juguetes no debe tocarlos".
Sus juguetes favoritos eran soldaditos de plomo y un gran teatro de cartón en el que desarrollaban unas obras que desgraciadamente no han sido recogidas para la posteridad pero que hacían las delicias de los niños que, sobre todo en Navidad, invitaban su esposa y él a las famosas fiestas de Navidad de los Chesterton.
Los papeles, por contra, eran los artículos, relatos, ensayos… que hicieron archifamoso y archimillonario -aunque siempre repartía incluso más dinero del que ganaba- al portador de las iniciales GKC (Gilbert Keith Chesterton).
Y es que don Gilberto era uno de los convencidos de que la infancia es la única edad seria de la humanidad.
Ahora bien, esta nueva moda, que no es tradición, de juguetes para adultos me parece que tiene algo de esos hombres-niñoides, con complejo de Peter Pan, que se niegan a madurar, es decir, a asumir responsabilidades. Nada más triste que este tipo de personajes, mucho más ridículos que el niño cuando pretenden hombrear.
Y es que hemos perdido el sentido de la madurez, que sólo consiste en asumir que ya nadie se ocupará de mí sino que ahora soy yo quien me tengo que ocupar de otros, hijos o padres... o ambos.
Mientras hablemos de un adulto que, en un escenario vital de compromiso, no ha perdido el sentido del juego, entonces no tengo nada que objetar. Chesterton aseguraba que sus juguetes, en dura competición con el tabaco, constituían una fuente de inspiración.
Ahora bien, por los resultados que veo en las actuales marcas de juguetes para adultos, ya caracterizadas como tales... no me parece bueno ni como marketing.
En todo caso, ¡vivan los regalos en Navidad! Del consumismo, hecho cierto y peligroso pero del que se dicen una infinitud de tonterías, ya nos preocuparemos luego.