Es sabido que una de las peculiaridades de este virus consiste en que la vacuna ha llegado antes que los tratamientos curativos. Además, cada vez que surge una posible terapia, un posible medicamento anticovid, los políticamente correctos, el imperio más poderoso del siglo XXI, en este caso de corte supuestamente cientifista, va y le fusila. Vamos, que lo primero debería ser curar el Covid, luego inmunizarse contra el Covid. No al revés… que es donde estamos.

Porque yo no quiero inmunizarme contra el Covid, de eso debería encargarse mi sistema inmunológico. Lo que quiero es curarme del Covid. Pues bien, seguimos sin tratamiento y cuando un posible tratamiento asoma la cabeza –acuérdense de la española Pharmamar- le baleamos.

Virus chino. A Trump le crucificaron por hablar de “virus chino”: era racismo. A Biden, el amigo Xi Jinping no le deja entrar en China pero no es un fascista: sólo un inútil

Más: Ahora los chinos se niegan a que entre nadie en Wuhan. Recuerden: a Trump le crucificaron por hablar de virus chino, era racismo. A Biden no le dejan entrar en China pero no es un fascista: sólo un inútil.

Y más. Sabido es que, desde 1789 hasta hoy, lo único que hay que tomarse en serio de los franceses son sus estallidos de protesta. Los galos aciertan más cuando destruyen que cuando construyen.

Pues bien, ha habido protestas (y en España, sólo que de eso está prohibido hablar) en París el sábado 24 contra la pasaporte sanitario. Ya saben: eres libre para vacunarte pero si no te vacunas, allá tú: no podrás viajar, no podrás ir al cine, no podrás entrar en un restaurante y, lo más importante, adiós a las reuniones familiares y de amistad. Vamos que vivirás como un anacoreta en permanente persecución por la sensatez, la responsabilidad y al solidaridad -mucha solidaridad- ambiental, O sea, del poder. De filántropo que cuida de todos nosotros, hombres simples no preparados para ser dueños de nuestras vidas. 

Luego está lo de las recaídas de vacunados. Si el coronavirus hubiera generado un debate, digamos normal, es decir, donde se pudiera plantear cuestiones -siquiera plantearlas- sin que prejuzgar como negacionista o conspiranoide, estaríamos analizando la eficacia de las vacunas, así como sus efectos secundarios, no para suprimirlas, sino para impedir que los laboratorios no asumieran sus responsabilidades y que no nos tomen el pelo.

Y ya de paso, nos habríamos preguntado si la ciencia ha triunfado o ha fracasado en el invento, porque lo cierto es que toda la humanidad está sirviendo de conejillo de indias ante unas vacunas de la que sabemos sólo algo más que del Covid mismo.

La ciencia ha triunfado frente al Covid o más bien ha fracasado de forma estrepitosa: ni sabe el origen del Covid, ni responde al enigma de su errática evolución o a la pregunta, elemental, de por qué algunos se contagian y otros no

Y por el mismo precio nos preguntaríamos si, como dicen todos los papanatas, de profesión ministros, la ciencia ha triunfado frene al Covid o más bien ha fracasado de forma estrepitosa: ni sabe el origen del covid, ni responde al enigma de su errática evolución o a la pregunta, elemental, de por qué algunos se contagian y otros no.

No pasaría nada si los científicos resultaran un poquito más humildes, sólo un poquito, y entonces se habrían preguntado por qué tarda tanto en llegar la inmunidad natural de este puñeterísimo virus.

Y nos habríamos evitado numeritos como el de que los chinos se nieguen hora a que Joe Biden investigue el origen del virus -que ellos conocen perfectamente- y sobre el que caben fundadas sospechas. Porque resulta que cuando Donald Trump hablaba del virus chino era una racista y ahora que Joe Biden intenta saber su origen la mejor manera para combatirlo, Xi Jinping, uno de nuestros peores ciudadanos, le responde que en China no entra nadie a investigar el virus. De hecho, sólo ha permitido entrar en Wuham a los chicos de su títere chino de la OMS, que responde al nombre de Tedros Adhanom… con perdón.

Porque mientras no se responda a estas preguntas y no se imponga una cura de humildad a la ciencia, los conspiranoides tendrán toda la razón para hacerse preguntas y los negacionistas serán gente mucho más sensata que los tragacionistas, la inmensa mayoría de enormes tragaderas que está dispuesta a cualquier cosa, con tal de preservar la vida… porque no piensa: simplemente les domina el pánico.

En el mejor de los casos, a lo peor de los tragacionistas tiene razón pero no pasaría nada porque nos explicarán todas estas preguntas. Si tiene razón, les dan las gracias. A día de hoy, resulta más sensato, más racional y más lógico un negacionista que un tragacionista (neologismo inventado por Juan Manuel de Prada, no por mí, y para quien pido un aplauso).

Y por cierto, la comparación no es válida porque el negacionista no existe. Nadie es tan idiota para negar la existencia de un virus que ha matado a miles de personas.