Recuerdo lo que me dijo un familiar en su lecho de muerte, cuando le ofrecí llamar a un sacerdote:

-De eso nada, que cuando viene el cura es que te mueres.

Ocurrió hace muchos años y eso hoy ya no es verdad. Ahora mueres en una unidad de cuidados paliativos, rodeado de médicos que mienten, enfermeras que mienten y familiares que lloran, o piensan en la herencia, pero no a ojos vista, no vaya a entristecerse el agonizante.

También recuerdo cierta ocasión en que mi madre fue ingresada en el hospital. Me encontraba lejos y cuando llegué ya había pasado la noche... y lo peor. Parte de la familia me preparó un comité de recepción para advertirme:

-Ha estado muy mal, José: ni se te ocurra decírselo a ella, no se vaya a deprimir, que todos te conocemos.

Por cierto, los arqueólogos consideran que la civilización empieza a existir cuando comienza a enterrar, a honrar, a sus muertos

Naturalmente no pensé en hacerles mucho caso, siempre he creído que el paciente es el dueño de su salud y no se le puede ocultar lo que sólo a él le concierne... pero tampoco me hizo falta. Cuando entré en la habitación y tras darle un par de besos, mi madre me dijo:

-Hijo, esta noche sí que he estado a punto de irme -y añadió-. Estos se piensan que soy tonta.

En este Día de Difuntos tengo una tarea urgente para el Papa León XIV: reactivar la abandonada ayuda cristiana a una muerte santa, movilizar a los curas para que vuelvan al lecho del enfermo terminal… y antes de que entre en ese estado terminal.

Hoy hay demasiadas personas muriendo como perros, sin sacramentos, mucha quejumbrosidad y pocas palabras de esperanza. Todo parece previsto e inducido para que la persona, en el momento crucial de su vida, no disponga de ayuda.

La muerte no es el final, es el principio

Por cierto, los arqueólogos consideran que la civilización empieza a existir cuando comienza a enterrar, a honrar, a sus muertos. Pero mejor honrarles antes y después del óbito. 

Además, la muerte no es el final, es el principio. Sí, no he escrito el famoso preámbulo de que "para un cristiano". Porque si la muerte no es el final no lo es para nadie: ni para los ateos ni para los católicos. No lo es para nadie. 

Día de Difuntos: sin Cristo, mal se muere.