No hablaremos más de la muerte ni del crimen perpetrado contra Charlie Kirk, porque sobre su asesinato ya se ha dicho casi todo. Hoy nos centraremos en las causas y en las consecuencias. Queremos explicar qué puede llevar a alguien a tomar un rifle, apuntar y matar a otra persona solo porque lo que dice le resulta incómodo  u ofensivo.

También abordaremos desde la división que algunos todavía llaman izquierda y derecha, aunque la realidad es que ya existe como tal. La verdadera batalla se libra entre globalistas e identitarios, entre progresistas y patriotas. Este es el verdadero origen de la creciente agresividad que sacude a Occidente: unas veces desde la dialéctica, otras desde las balas, pero siempre en un clima de violencia en aumento.

El globalismo oficial, progresista y disolvente, lleva décadas socavando a las sociedades, despojando a las personas de su identidad más íntima -su realidad biológica y social- y fracturando el tejido común mediante el feminismo radical, que separa a hombres y mujeres en burbujas estancas. Al empoderar a la mujer contra el hombre, arruinan la complementariedad natural entre ambos y destruyen su verdadero poder: la maternidad.

Con el respaldo de grandes fortunas y ciertos gobiernos sometidos a ellas, esta estrategia ha retorcido las leyes contra el ser humano. Europa se ha desindustrializado, ha sido colonizada por una inmigración masiva y se ha vuelto dependiente de una energía que hasta hace poco le garantizaba su prosperidad. Hoy, Europa es irrelevante en las grandes cuestiones del mundo y sus pueblos se sienten cada vez menos dueños de sus propios países.

Sin embargo, esta aberración ha llegado al límite del sentido común y, desde hace una década aproximadamente, la situación ha comienzado a invertirse. Cada día más personas, por sí mismas o pensando en sus hijos, despiertan y descubren que aquella tolerancia que parecía virtud era en realidad una trampa mortal de la que no saben salir ni ellos ni los suyos. Los identitarios o patriotas buscan rescatar su vida, su ciudad, su nación, sus tradiciones y el clima de armonía social que no hace tanto existía. Pero el globalismo neoliberal no está dispuesto a ceder: su proyecto de nuevo orden mundial exige el control absoluto de nuestras vidas, ya sea a través de crisis financieras, pandemias o leyes climáticas que condenan a agricultores y ganaderos, preparando así futuros escenarios de hambre.

No es casual que Ibon Meñika, exmiembro de ETA con dos condenas a sus espaldas, estuviera detrás de la organización de las protestas propalestinas. Como no puede ser de otra forma, JUPOL, ha dado la voz de alerta de qué está sucediendo en la policía dirigida por Grande-Marlaska.

Las políticas progresistas, identificadas con la izquierda, acaban convirtiéndose en estallidos violentos. La cultura woke ha sido una magnífica herramienta para la fractura social, que les da una falsa superioridad moral con la que cancelan a los disidentes: llaman fascistas a quienes no piensan como ellos, cuando la cancelación del pensamiento libre es la esencia misma del fascismo. Actúan violentamente en nombre de la paz e, incluso, políticas radicales de izquierdas enardecen y se arroban el derecho de provocar altercados como en la Vuelta Ciclista a España. Disparan contra líderes ideológicamente opuestos, y una parte de la sociedad -y algunos medios de comunicación- también lo ha hecho desde las redes sociales, alegrándose o justificando el crimen. Convierten a la democracia en trampolín para la autocracia en nombre de la democracia. Utilizan el miedo climático como mecanismo de control. Promueven el dinero digital y las ciudades de quince minutos para cercenar la libertad personal.

La realidad demuestra que la derecha no es tan asesina ni criminal como pretende la propaganda de la izquierda y sus medios afines. Los atentados sufridos por líderes de derechas en los últimos años son prueba dolorosa de que la violencia parte de la izquierda: Donald Trump sufrió dos intentos de asesinato, Miguel Uribe en Colombia fue objetivo de un atentado y recientemente Charlie Kirk fue brutalmente asesinado por Tyler Robinson, un joven cuyas ideas progresistas influidas por su entorno y quizá también a que mantenía una relación con un transexual, lo empujaron a la acción criminal.

El colmo llega cuando un gobierno, como el de Pedro Sánchez en España, alienta de facto la violencia en defensa de los derechos humanos que por lo visto solo tienen unos según las tácticas políticas le convengan. Recientemente, en un mitin, sus palabras avalaron a quienes irrumpen con agresividad en nombre de la paz en Gaza, con consecuencias nefastas para España y los españoles. No es casual que Ibon Meñika, exmiembro de ETA con dos condenas a sus espaldas, estuviera detrás de la organización de las protestas propalestinas. Como no puede ser de otra forma, JUPOL, ha dado la voz de alerta de qué está sucediendo en la policía dirigida por Grande-Marlaska.

En conclusión, la izquierda progresista se ha convertido en un movimiento radical, impositivo, dispuesto a ser terrorista si es necesario, criminal, delictivo y amoral. Es posible que alguien piense que conoce personas de izquierdas bondadosas -yo también-, pero no se engañen: los partidos de izquierdas manipulan perversamente a esa gente, tergiversando los hechos, la historia y las ideas. No hay izquierda buena.

Yo te protejo (La Esfera de los libros) José Félix Ramajo. La cosa se está poniendo de tal manera que este libro puede ser necesario para la supervivencia. El autor sobrevivió a un atentado del cártel de Sinaloa en Honduras, al fuego de ETA en el País Vasco y se formó en Israel con las mejores fuerzas de seguridad. Tras treinta años como escolta, jefe de seguridad y asesor internacional, comparte en este manual sus memorias y consejos prácticos. Un relato apasionante, que enseña a protegerse en un mundo cada vez más violento e impune.

R de Resistencia (Libros Libres) Carlos Astiz. Nos quieren tristes y sometidos, pero seguimos alegres y combativos. Pretenden marionetas temerosas, aunque somos quienes desenmascaramos sus mentiras y defendemos la libertad frente al odio. Los magnates y sus cómplices políticos y mediáticos, pese a sus riquezas, fracasarán porque solo ofrecen miseria y tiranía. No son omnipotentes: la humanidad, unida, siempre se ha levantado contra ellos y volverá a hacerlo cada vez que el desafío lo exija.

Por qué fracasa la política (Península) Ben Ansell. ¿Por qué la política siempre decepciona? Tal vez no sea culpa de los políticos, sino de nuestras contradicciones: defendemos la democracia, pero rechazamos la voluntad popular; pedimos igualdad sin sacrificar riqueza; exigimos solidaridad más al recibir que al dar; reclamamos seguridad sin perder libertades; buscamos prosperidad aunque comprometa el futuro. Con ejemplos de Grecia al Brexit, un profesor de Oxford explica cómo convivir con estas tensiones y recuperar prestigio político.