Dick Cheney, ex vicepresidente de Estados Unidos durante la presidencia de George W. Bush entre 2001 y 2009, falleció esta semana, el 3 de noviembre, a los 84 años de edad por complicaciones de una neumonía y problemas cardiovasculares, según un comunicado emitido por su familia.
Considerado el vicepresidente más poderoso de la historia, llama la atención que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, no haya dedicado ni una palabra a su memoria, como dice el viejo refrán 'no hay mayor desprecio que el no hacer aprecio'. La realidad es que Cheney es uno de esos juguetes rotos defenestrados de la política y del Partido Republicano, ganado a pulso, eso sí. Y su odio visceral a Trump, a quien odiaba por defender los principios cristianos que Cheney no soportaba, hace que incluso el silencio del presidente resulte un acto de educación.
En sus años dorados en política fue jefe de gabinete de la Casa Blanca con Gerald Ford, posteriormente secretario de Defensa con George Bush padre y, por último, vicepresidente de Estados Unidos durante la presidencia de George Bush hijo.
Con él, el neoconservadurismo se convirtió en la fuerza dominante entre los republicanos, un movimiento ideológico que se caracterizaba por una postura agresiva e intervencionista en política exterior de consuno con el progresismo en materia social, con apoyo entusiasta del aborto, el matrimonio gay y la ideología de género.
Fue el propio Cheney, junto con otros iconos neocon como Donald Rumsfeld, Condoleezza Rice o Colin Powell, el arquitecto intelectual de las guerras de Afganistán e Iraq, que además de ser un desastre para la primera potencia mundial, convirtieron a George Bush hijo en uno de los peores presidentes conservadores de la historia estadounidense, abandonando la Casa Blanca con unos lamentables datos de popularidad.
Con la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos, el neoconservadurismo fue desplazado, y los conservadores americanos recuperaron sus valores tradicionales cristianos, fijando como pilares fundamentales del partido la defensa de la vida y la familia tradicional, la independencia energética frente al ecologismo radical, la rebaja de impuestos y la protección de la libertad económica y la ausencia de intervencionismo en política exterior, poniendo fin a las absurdas contiendas bélicas incoadas por los neocon y apoyadas también por los demócratas.
Pese a estar retirado de la vida pública desde hace años, su sombra seguía en el partido, hasta el año 2021, cuando podemos considerar que 'muere' políticamente hablando. El sector antitrumpista del Partido Republicano, tenía como principal representante a Liz Cheney, hija de Dick Cheney, y en ese año Cheney fue desplazada como presidenta de la Conferencia Republicana en la Cámara de Representantes, es decir como número tres de los conservadores en la Cámara Baja. No obstante, la puntilla final tuvo lugar en 2022, cuando ni siquiera pudo conservar su escaño, al ser derrotada por casi cuarenta puntos en las primarias republicanas por una rival impulsada por el sector trumpista del partido. La humillante derrota de Cheney supuso el punto final del neoconservadurismo en el Partido Republicano y del propio exvicepresidente.
Con Cheney desaparece el neoconservadurismo, sin duda la peor corriente dentro del Partido Republicano en lo que va de siglo.