Cayó en mis manos un viernes y la noche del domingo ya lo había terminado. Y eso que el título del libro, Por qué dejé de ser nacionalista, no me sorprendió en demasía, porque, sinceramente, estoy del 'Procés' hasta el gorro. 

"¿Por qué dejé de ser nacionalista?". No razone con los independentistas: actúe o ignore, pero no aplique la lógica, carecen de ella

Mi primera idea fue alinearlo en la columna de libros pendientes y que esperara turno. Pero cometí el error de iniciarlo y ya no lo dejé. Libros Libres, esa editorial valiente, ha recopilado el testimonio de nacionalistas o de tentados por el nacionalismo catalán y hoy desencantados de él, a veces hasta unos extremos vitales. Es decir, hasta extremos que marcan toda la existencia. Estamos ante la historia de un grupo de herejes de una secta o, al menos, de un grupo de personas que anduvo próxima a la locura. Es, en suma, la historia de un desencanto colectivo aunque no popular. Y cuando los fenómenos resultan colectivos pero no reconocidos, es que algo falla en la sociedad de la información. 

En cualquier caso, el separatismo catalán es un problema religioso. En Cataluña, como me temo que en casi toda España, muchos abandonaron a Cristo y ya se sabe que cuando no se cree en Dios se cree en cualquier cosa. Por ejemplo, en la independencia de Cataluña. Hablamos de un problema religioso. 

Y también hablamos de su consonancia pública actual, porque el problema persiste y con engaño añadido. Podemos expresarlo así: Pedro Sánchez no ha arreglado el problema catalán, lo está pudriendo.

El nacionalismo es un problema de fe: de pérdida de la fe y su sustitución por un ídolo cutre llamado independencia

Quien tampoco arregló el independentismo, pero sí lo contuvo, fue el juez Marchena: ahora Puigdemont y Junqueras saben que la cárcel existe. Es así de triste.

Ahora bien, el independentismo, como casi todos los nacionalismos, es un problema de fe: de pérdida de la fe en Cristo y de su sustitución por un ídolo cutre llamado independencia.

No tengo ningún ánimo de ofender a mis amigos indepes, que tengo varios, pero, en este sentido es necesario recordar que todo nacionalismo tiene algo de fascismo, porque es un problema de herejía. Piénsenlo: a fin de cuentas, el fascismo no es otra cosa que la deificación de la nación. Es buscar en el patriotismo -que viene de padre, no de nación ni de raza, y padre sólo hay uno: Dios-, el sustituto del Padre Eterno. Y claro, buscar en el patriotismo el sustituto de Cristo es condenarse a la frustración. La patria es algo importante, sin duda, pero no es Dios ni puede dar lo que Dios da.

Buscar en el patriotismo el sustituto de Cristo es condenarse a la frustración. L patria es algo importante, sin duda, pero no es Dios ni puede dar lo que Dios da

Ya son dos las generaciones de catalanes que han vivido adorando a ese Dios. Bueno, de media Cataluña durante dos generaciones. Mucho me temo que faltan dos generaciones para que la sensatez recupere su trono.

Sánchez repite que la Cataluña de 2022 es mejor que la de 2017. Yo creo que no. El virus ya no produce fiebre pero, por eso mismo, tardará más en desaparecer. Es más, Sánchez les está dando a los separatistas las vitaminas para mantenerse en vida y con buena salud. Su carnaza, en forma de cesiones políticas, tranquilizan a la fiera ahíta, pero no cambian sus tendencias. El independentismo catalán, aún más que el vasco, mantiene su odio a España y a todo lo que España representa. Por ejemplo, a la fe cristiana. Si Cataluña no se hubiera descristianizado de forma aún más acelerada que el resto de España, el independentisno no se habría empoderado.

Ya son dos las generaciones de catalanes que han vivido adorando a ese Dios. Bueno, de media Cataluña durante dos generaciones. Mucho me temo que faltan dos generaciones para que la sensatez recupere su trono

Lean Por qué dejé de ser nacionalista. Merece la pena.