Artículo 15 de la Constitución Española de 1978: "Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral, sin que, en ningún caso, puedan ser sometidos a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes. Queda abolida la pena de muerte, salvo lo que puedan disponer las leyes penales militares para tiempos de guerra".
De esto hablo cuando me refiero a la degradación de la Constitución Española de 1978. En el siglo XX era lo de haga usted las leyes y déjeme a mí los reglamentos. Ahora bien, ahora es más salvaje: haga usted las leyes que yo las interpretaré como me venga en gana.
Quiero decir, todos tienen derecho a la vida. Muy bien, pues entonces vamos a saber quiénes son todos. El abortista responde: los nacidos, apuntados en el Registro Civil y con sus derechos civiles codificados. El provida, responde, con la ciencia (evidencia científica, que diría el doctor Sánchez) en la mano, que desde el momento mismo de la concepción el nonato tiene un código genético individuado, distinto del del padre y del de la madre. El nacimiento, de hecho, tan solo es el traslado, unos pocos metros, desde el vientre materno hasta su primera cuna.
Pues bien, si el mismo artículo en supuesta defensa de la vida ha convertido España es el paraíso del aborto, ¿de verdad es tan importante la Constitución?
Ciertamente, en su momento sirvió como instrumento para el cambio... y a partir de ahí cada uno la interpreta como quiere, hasta en la salvajada del aborto. Y si Sánchez blinda el asesinato del inocente en la Carta Magna, entonces la Constitución del 78 ya no valdrá nada porque se habrá convertido en una burla.