Pedro Sánchez posee la virtud de la laboriosidad, no es ningún vago. Pedro Sánchez tiene un defecto: es un ególatra narcisista pendiente de sí mismo al que el resto del mundo poco importa. Por eso, contra viento y marea, ha ratificado la línea que le marcara Iván Redondo, el hombre al que luego defenestró porque brillaba demasiado: con la extrema izquierda, ganas, aunque te parezca lo contrario. Por tanto, el doctor Sánchez el 23-J seguirá con argumentos progre-radicales y con la mentira del 'todo va bien', esa que cuela entre la opinión publicada, no entre la opinión pública.

Núñez Feijóo es la nada, el dos más dos igual a cinco, que decía el expresidente del PSOE y senador socialista José Prat: siempre que un necio asegura que dos más dos son seis y un sensato le recuerda que dos más don son cuatro, surge un tercero que, en nombre del diálogo y la moderación, acaba concluyendo que dos más dos son cinco.

Si pierde esos principios cristianos, Vox se convertirá en aquello de lo que le acusan: un partido ultra

El candidato conservador, el pepero Feijóo, recuerda la frase de Jaime Balmes: "los conservadores son los que conservan... la revolución". Es posible que Feijóo gane las elecciones pero será gracias a los votos que huyen de Sánchez, en busca del mal menor.

Queda Vox, el único partido que, en teoría, defiende los principios cristianos no negociables, los que resumiera Benedicto XVI de esta guisa: vida, familia natural, libertad de enseñanza y bien común.

Pero lo grave es que la precampaña de Vox, hasta el momento, no ha consistido en la defensa de dichos principios... ni los pactos para formar gobiernos tras el 28-M se basan en esos principios. Al menos, por el momento. ¿Es que no se da cuenta Abascal que lo que marca la personalidad de Vox y le distingue de los demás, es, precisamente, los valores cristianos no negociables? Si pierde esa guía, Vox se convertirá, en aquello de lo que le acusan: de ser un partido ultra, cuando lo cierto es que ahora mismo Vox es menos ultra que PP y PSOE (de Podemos ni hablamos). Ya saben, como la señora que rechazaba el pin parental sin saber lo que era, sólo porque lo defendía Vox.