Vladimir Putin es un juerguista noctámbulo, quizás por ello decidió convocar a la prensa pasadas la 1 de la madrugada para decir que ya no necesita a Estados Unidos y que está dispuesto a hablar de paz directamente con Zelenski y en Turquía, con un árbitro imparcial, como el malnacido de Recep Erdogan. Y Trump ha convencido a Zelenski de que acepte. Y éste ha aceptado.
Por supuesto, Putin no acepta un alto el fuego mientras negocia, o al menos hasta ahora no lo ha hecho. Con ello, no hace otra cosa que envalentonar a los halcones gallináceos de Bruselas. Halcones porque no quieren un acuerdo de paz, gallináceos porque lo lógico es que, si el malo es Putin y el bueno Ucrania, Europa ya debería estar pelando en el frente en lugar de enviarles armas a los ucranianos para que sean ellos quienes se enfrenten a los rusos.
La paz siempre es buena pero todo parece indicar que Putin ha elegido Oriente en lugar de Occidente, como es el verdadero intento de Donald Trump: ganarse a Putin para que Rusia vuelva a un Occidente que no se fija según el mapa sino según su esencia cristiana, independientemente de la latitud donde se ubique. Rusia es cristiana, China e India no. Por eso la Europa cristiana de anteayer fue la que se enfrentó al paganismo nazi y al ateísmo comunistaísmo, como hoy tiene enfrente, aunque algunos en Bruselas no se enteren, al panteísmo indio y el capitalismo de Estado chino, donde el hombre no puede ni soñar con ser lo que es: hijo de Dios.
Y quizás lo peor de todo sea que el brasileño Lula da Silva apoye a Putin en el Día de la Liberación rusa, junto a la China, junto a Xi Jinping. Es decir, Lula intenta introducir a la Hispanidad en los BRICS de Xi Jinping y Narendra Modi. Para llorar.