En efecto, la entrevista de RTVE a Pedro Sánchez, a cargo de Pepa Bueno, no fue un masaje, fue una caricia disimulada y, sobre todo, lo que más necesitaba Pedro Sánchez o todo buen verdugo: disfrazarse de víctima. Pepa Bueno, presentada por algunos como una entrevistadora dura con el Gobierno, le consoló: usted ha sido deshumanizado. ¡Pobre Pedro!

Lo más duro que le dijo la periodista del PSOE y exdirectora de El País fue que el presidente no concedía entrevistas desde hacía un año: ¡Feroz! ¿Entrevista incisiva de Pepa Bueno a Pedro Sánchez? ¿Comparada con quién? Calló doña Pepa cuando don Pedro, sí el mismísimo Pedro Sánchez, aseguró en su cara que él lucha contra la corrupción. Él, que tiene a su esposa, a su hermano, a sus máximos colaboradores y a su fiscal general del Estado… Y Pepa Bueno, la incisiva, calladita. 

El presidente del Gobierno aprovechó para normalizar los ataques a los jueces "metidos a políticos", o sea, los que juzgan a él y al suyos. Esto es algo que no se produce en ninguna democracia del mundo. Y el CGPJ, calladito

Pero todo esto era previsible. El presidente del Gobierno aprovechó para normalizar los ataques a los jueces "metidos a políticos". Les traduzco: los jueces que se atreven a juzgarle a él, a su señora, a sus amigos o a cargos socialistas. O sea, los jueces que se atreven a investigarle a él o a los suyos. Ahora bien, lo que ha hecho Sánchez es grave, es algo que no se produce en ninguna democracia del mundo; un presidente del Gobierno no se atreve a acusar a un juez, porque es el primero que debe dar ejemplo sobre el respeto a la justicia y la separación de poderes.  

Y el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), encargado de defender a los jueces, calladito.

En cualquier caso, no lo duden: Sánchez no se va, habrá que echarle.