Las ministras del gobierno socialista se han puesto en plan soviético con los medios de comunicación… Abrió el ataque Isabel Celaá con lo de que si “el gobierno de Pedro Sánchez está sufriendo una ola de fake news”, que “los viernes en la rueda de prensa después del Consejo de Ministros me hacen preguntas que parecen condenas”, que “al ejecutivo se le toma la temperatura cada minuto”, para concluir Carmen Calvo en plan soviético con esta sentencia: “La libertad de expresión no lo resiste todo”, frase que equivale a lo mismo que escribieron los cerdos de la granja de Orwell cuando tomaron el poder: “todos los animales somos iguales, pero algunos animales somos más iguales que otros”.

Quienes se hayan sorprendido al escuchar las amenazas socialistas contra la libertad de prensa es porque no saben lo que ha pasado en los últimos cien años, y se han creído lo que cuenta esa historia; propaganda del PSOE titulada “Cien años de honradez”, en la que se presenta a los socialistas como la encarnación de los derechos y las libertades.

Miguel Platón ha escrito un libro titulado Segunda República: De la esperanza al fracaso, señalando con pruebas documentales las carencias democráticas de un régimen, que desde el principio se comportó como una tiranía. Miguel Platón es un historiador riguroso encubierto por el gran periodista que ha sido.

Este autor cuenta con detalle los ataques contra la libertad de prensa, en los que el PSOE tiene un doble protagonismo, los socialistas son los principales verdugos de la libertad de expresión y, además, actúan como manipuladores de la opinión pública a través de los periódicos que controlan, y muy especialmente de El Socialista, que es su órgano oficial de expresión.

En una de las últimas páginas del libro de Miguel Platón, y a modo de conclusión, se puede leer lo siguiente: “Durante la práctica totalidad del período republicano el Gobierno estuvo capacitado para sancionar a los medios de comunicación, prohibir su difusión o incluso cerrarlos, medida que aplicó en miles de ocasiones. Nada parecido hacían, ni podían legalmente hacer, los Gobiernos de países como Gran Bretaña, Francia o los Estados Unidos”.

Esa idea que ha anidado en el imaginario de tantos españoles de que en la Segunda República florecieron la democracia y las libertades no tiene nada que ver con la realidad. La Gaceta de Madrid del 15 de abril de 1931, publicó en sus páginas 194 y 195 un decreto del Gobierno Provisional, con fecha del día anterior, es decir del mismo día en que se proclamó la Segunda República, en el que se podía leer en el cuarto apartado que había nacido la democracia y habían florecido los derechos en el secarral hispano. O en versión de los cerdos ya citados “que todos los animales somos iguales”, para al final del decreto concluir: “el Gobierno provisional podrá someter temporalmente los derechos del párrafo cuarto a un régimen de fiscalización gubernativa”, lo que en democracia porcina quiere decir que “algunos animales somos más iguales que otros”.

Los socialistas son los principales verdugos de la libertad de expresión y, además, actúan como manipuladores de la opinión pública a través de los periódicos que controlan.

Y no había transcurrido ni un mes de la publicación de este decreto, cuando fueron suspendidos los dos principales periódicos de la derecha, el ABC que entonces tenía una difusión de unos 200.000 ejemplares y El Debate que vendía 150.000 periódicos diarios. Se les culpaba a estos dos periódicos de haber excitado a las masas que quemaron las iglesias y los conventos de Madrid el lunes once de mayo de 1931. Y como con perspicacia apunta Miguel Platón, difícilmente podía excitar a nada y a nadie El Debate, porque los lunes no se publicaban diarios matutinos, por respeto al descanso dominical y en beneficio de le Hoja del Lunes, que la editaba la Asociación de la Prensa.

El Socialista, en su edición del 12 de mayo de 1931, justificaba la quema de conventos del día anterior con una información tan sectaria y ridícula, como la de descubrir a sus lectores que los conventos en realidad eran los polvorines de la derecha, que escondían un arsenal de todo tipo de armas. Esto es lo que decía textualmente el órgano oficial del PSOE: “Porque aquello de que en los conventos había fusiles, bombas de mano y ametralladoras no era, según se comprobó ayer, una leyenda”.

Y en cuanto al cierre del ABC, esta era la opinión que de la medida gubernativa tenía El Socialista: “El Gobierno ha comenzado ya a ser enérgico. Nos parece muy bien […] Es preciso aniquilar al enemigo. Y el enemigo está también —no lo olvide el Gobierno—dentro de la República”.

Y cuando El Socialista decía aniquilar no hablaba en sentido figurado, por eso entre los muchos crímenes que se cometieron contra la libertad de prensa durante la Segunda República, se puede mencionar la acción llevada a cabo por medio de un centenar de jóvenes socialistas y comunistas, que en abril de 1934 asaltaron la sede del periódico El Debate y de la CEDA, donde asesinaron a un militante de las Juventudes de Acción Popular e hirieron a unos cuantos que les hicieron frente.

Nada de esto era fruto de la casualidad, ni obra de unos incontrolados. Dos meses antes de estos acontecimientos, la revista Renovación, órgano de la Federación de las Juventudes Socialistas de España, publicó el Decálogo del Joven Socialista. Y en los siguientes términos quedaba establecido el octavo mandamiento: “La única idea que hoy debe tener grabada el joven socialista en su cerebro es que el socialismo solo puede imponerse por la violencia, y que aquel compañero que impugne lo contrario, que tenga todavía sueños democráticos, sea alto, sea bajo, no pasa de ser un traidor, consciente o inconscientemente”.

Niceto Alcalá-Zamora calificó la censura de este período como «la más rigurosa que España había conocido»

Los datos que ofrece Miguel Platón en su libro de los ataques contra la libertad de prensa durante la Segunda República son muchos y muy graves. Además de los ya citados ABC y El Debate, también fueron atacados y parcialmente destruidos La Unión Mercantil de Málaga, La Voz de Levante de Alicante, La Gaceta del Sur de Granada, La Verdad de Murcia y La Información de Cádiz.

En otras ocasiones la represión fue masiva y afectó a un cierre indefinido de once periódicos de Bilbao, San Sebastián y Pamplona, medida que a Azaña le pareció que se había quedado corta, porque en un Consejo de Ministros propuso que se cerrasen todos los periódicos derechistas del norte de España y los de Madrid.

Y a partir de febrero de 1936 la situación todavía empeoró. La Nación de Madrid, Levante Agrario de Murcia y El Guadalete de Jerez de la Frontera, sufrieron tales destrozos por los ataques izquierdistas, que ya no volvieron a publicarse.

Y sin ánimo de citar a todos los periódicos atacados, solo por dar idea de la situación, mencionar que El Correo Catalán de Barcelona fue asaltado e incendiados sus talleres, El Correo de Lérida también fue quemado, El Día de Alicante fue asaltado, Diario de Albacete fue apedreado, Diario de Alicante fue asaltado, Diario de La Rioja padeció un asalto, un saqueo y un incendio, Diario de León fue incautado por sus trabajadores, en Diario de Navarra la policía repelió un asalto, Diario de Pontevedra fue apedreado, El Faro de Ceuta fue incendiado, La Gaceta de Levante fue asaltada y destruyeron su maquinaria, El Ideal de Granada fue pasto de las llamas el 10 de marzo de 1936 y no pudo reaparecer hasta tres meses después, en  La Mañana de Jaén destrozaron la maquinaria, en La Unión Mercantil de Málaga la policía impidió un asalto y hubo un muerto, el periódico La Verdad de Murcia fue incendiado y su maquinaria destrozada, y en vísperas del estallido de la guerra La Voz de Valencia fue incendiada…

¿Y qué le pasó al órgano oficial del PSOE, a El Socialista? Al periódico de los socialistas no le pasó nada, porque como ya quedó dicho anteriormente, en la democracia porcina resulta que todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros.

Y para concluir, no quiero ser yo el que lo diga, y por eso le cedo la palabra a uno de los principales protagonistas de la Segunda República, que motivos tenía para conocer la situación, pues fue su presidente desde que se proclamó la República hasta el 7 de abril de 1936. Niceto Alcalá-Zamora calificó la censura de este período como “la más rigurosa que España había conocido”.

Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Alcalá