Madrid y 13 de agosto de 1831, ese día y en esa ciudad la Madre de Dios, bajo la advocación de la Virgen del Olvido, Triunfo y Misericordias, se le apareció a Sor Patrocinio en el madrileño convento del Caballero de Gracia. Poco después el papa Gregorio XVI aprobó su culto y Madrid se convirtió en un centro de devoción mariana. Por lo tanto, hoy es una buena ocasión para recordarlo en este domingo, puesto que el próximo miércoles se celebrará un nuevo aniversario de lo que sucedió en el monasterio de las concepcionistas franciscanas de San José de Jesús María, como se llama oficialmente, o del Caballero de Gracia, como es más conocido.
Si usted, querido lector, es la primera vez que oye hablar de esta aparición, eso es porque hace poco que me sigue porque, como de sobra saben mis lectores veteranos, si de alguien he escrito yo desde hace tiempo es de la Virgen del Olvido y de Sor Patrocinio.
Ahora bien, en este tiempo en el que están repletas las redes sociales de tantas apariciones de la Virgen y videntes que trasmiten mensajes del Cielo, lo que realmente me llama la atención es el desconocimiento que existe de la aparición de la Virgen del Olvido, Triunfo y Misericordias, siendo la única que está aprobada de todas las apariciones que ha habido en España en la Edad Contemporánea, es decir, desde finales del siglo XVIII hasta nuestros días. En consecuencia, vamos a aprovechar la efeméride para paliar esta carencia de conocimiento.
El 13 de agosto de 1831 Sor Patrocinio era una jovencísima monja concepcionista franciscana. Tenía tan solo veinte años, casi recién cumplidos, y hacía solo dos años y medio de su toma de hábito. Y como queriendo compensar que otro 13 de agosto, pero del año 1917, la Virgen no podía estar con los tres pastorcillos de Fátima, porque se los habían llevado presos, la Virgen bajó a la madrileña calle del Caballero de Gracia para acompañar a Sor Patrocinio.
Muchas son las enseñanzas que guarda este suceso, pero me voy a detener en lo que sucedió al día siguiente de la aparición por el interés que tiene con nuestra actual realidad clerical española.
Lo mismo ha sucedido recientemente, pues del padre Santiago Cantera no se nos ha dicho el motivo por el que el cardenal de Madrid le ha desterrado de su comunidad benedictina del Valle de los Caídos y, en cuanto a la superiora de las HAM se la ha expulsado de su comunidad, sin contarnos que código del Derecho Canónico ha infringido
Se han conservado unos apuntes de Sor Patrocinio, en los que cuenta con todo detalle el éxtasis que tuvo el 14 de agosto de 1831. Su escrito comienza así: “Clamaba mucho en esta ocasión por las necesidades que tanto afligen a la Santa Iglesia y el Dulce Amor se me manifestó severo, airado y como dando muestras de que quería castigarnos”. Y sólo se puede pensar que estas palabras son una exageración piadosa, sino no se conoce la historia de España del siglo XIX.
En esas fechas ya se había puesto marcha una persecución religiosa en España, en la que la tuvo un protagonismo decisivo la masonería, que desde 1820 había tenido un desarrollo espectacular. Con solo tres datos podemos hacernos una idea de la dimensión de esta persecución: primero, en el año que transcurre entre los meses de julio de 1834 a 1835, fueron asesinados 138 frailes, con una crueldad semejante a la que se produjo un siglo después en la Guerra Civil. Segundo, en 1836 el Gobierno expulsó de sus conventos a todos los frailes, según cifras oficiales de 1837 había en España un total de 23.935 exclaustrados; la decisión con las monjas no fue tan radical, pero se perdieron muchos conventos femeninos, puesto que se cerraron todos los conventos con menos de 12 profesas y se prohibió que en una misma localidad hubiera dos conventos de la misma orden. Y tercero, cuando en 1851 se firmó el Concordato y se empezó a calmar la situación se pudo hacer un balance de la situación de los sacerdotes y los conventos y se pudo comprobar que en los primeros cincuenta años del siglo XIX se habían perdido 82.361 vocaciones.
Ante esta situación se entiende la queja que Sor Patrocinio le manifestó a la Virgen:
- “Señora y Reina mía, ¿no veis la España; no veis los males que nos afligen?” -y esta fue su respuesta:
- “Hija mía, los veo; pero no puede mi amor ser más benéfico para con los hombres. Ellos se olvidan de mí y retiran las misericordias; y por esto, a esta imagen le darás el título misterioso del Olvido; para darles a entender, que me han olvidado; pero yo, que soy vuestra tierna y amorosa Madre, quiero poner a vista de todos los mortales en esta imagen mía, que jamás mis misericordias se apartan de ellos”.
Pero sería un grave error histórico pensar que quienes se habían olvidado de Dios y de su Madre eran solo las logias masónicas y el Gobierno de España. La vida de Sor Patrocinio pone de manifiesto que los enemigos de la Iglesia, ya desde el siglo XIX, estaban dentro y situados en puestos de responsabilidad.
No, la matanza de jilgueros no es un invento del cardenal de Madrid, José Cobo. Su notoria incapacidad no le permite ni siquiera ser original en sus fechorías y por eso él ha copiado con el padre Santiago Cantera y con la superiora de las HAM, lo que otros eclesiásticos del siglo XIX hicieron con Sor Patrocinio. Esto es lo que propuso al Vaticano, en 1877, un clérigo de alto rango para apartar a Sor Patrocinio de sus monjas; y en 1877 Sor Patrocinio ya había fundado once conventos de clausura y los había llenado:
“Empezando por Sor Patrocinio, creo que se la debe traer a Roma lo más pronto posible, y aquí o en otro lugar se la debe confinar en un convento de la más estricta observancia, ya de su propia orden, ya de otro instituto, tomándose las precauciones convenientes, para que haga penitencia por sus acciones; y si en algún momento se cree conveniente, se deben examinar las cosas extraordinarias que se le atribuyen, especialmente de su doctrina, para que después de oírla, se pueda dar un veredicto. De esta manera quedará claro para todos lo que hay que pensar sobre ella y acabarán desapareciendo las diversas opiniones que sobre su santidad se tiene, especialmente en España”.
Dura es la justicia civil, pero al menos en ella los juicios son públicos y cuando se dicta sentencia se dice el delito cometido. Por el contrario, en la justicia eclesiástica se dictó sentencia contra Sor Patrocinio sin manifestar en concreto lo que había hecho, entre otras cosas porque se la quería llevar a Roma para interrogarla.
Lo mismo ha sucedido recientemente, pues del padre Santiago Cantera no se nos ha dicho el motivo por el que el cardenal de Madrid le ha desterrado de su comunidad benedictina del Valle de los Caídos y, en cuanto a la superiora de las HAM se la ha expulsado de su comunidad, sin contarnos qué código del Derecho Canónico ha infringido.
Pues no y no, de ninguna manera, contra lo que dice ese ministro del Gobierno de Pedro Sánchez tan educado, en el siglo XXI no puede haber ningún “puto amo”, ni en el ámbito civil, ni mucho menos en el eclesiástico. Por lo tanto, urge que en una rueda de prensa, por respeto al pueblo del que es pastor, el cardenal de Madrid, José Cobo, haga un ejercicio de claridad y justifique sus decisiones respecto al prior del Valle de los Caídos y a la superiora de las HAM, y que aprovechando la ocasión, ya de paso nos cuente los términos del acuerdo pactado con el ministro Félix Bolaños para la resignificación del Valle de los Caídos, para que los católicos no nos enteremos por la prensa.
Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá