- ¿Y si prohibimos comer carne?
- ¿Y si prescribimos, por la fuerza claro, la dieta vegana?
- ¿Y si prohibimos 'matar' verduras?
- Así podríamos morirnos todos de hambre de forma muy progresista.
- ¿Y un suicidio colectivo?
- ¿O pasarnos al canibalismo?
La imbecilidad animalista cunde en la tierra gobernada por la muy roja
Francina Armengol, admiradora de
Pedro Sánchez, según era previsible.
A partir de ahora, las corridas de toros en Baleares carecerán de banderillas, suerte de varas y espada. Sobre el albero no podrá haber sufrimiento ni sangre, que es algo de poquísimo estilo.
Nada de sacrificar al pobre bicho (vaca, cerdo, cordero, pollo), cuya vida es sin duda
tan valiosa como la de la humanidad.
Podríamos pasar algo de hambre, ciertamente, pero siempre podemos recurrir a las
frutas y hortalizas.
Ahora bien, no olvidemos que frutas y hortalizas son organismos vivos. Por tanto,
tan vivos y respetables como el ser humano. Por tanto, tampoco puedes sobrevivir por esa vía siguiendo los preceptos de la
dieta vegana.
O como los frutícolas de Notting Hill que sólo comían verduras muertas, ya caías al suelo. Aunque esto también está siendo muy debatido. Porque, vamos a ver, ¿acaso no estamos incurriendo en necrofagia?
A mí la única solución que se me ocurre es la el
suicidio colectivo (homicidio para quienes se niegan a aceptar la voluntad popular) o bien el
canibalismo.
La cursilería animalista cunde:
Toros sin sangre y circos sin animales. Aún no hemos conseguido un
Gobierno sin políticos, pero el éxito se espera a cada instante.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com