• La inercia anti-Cristo o la vulgaridad de Dios. 
  • Recuerden a Karol Wojtyla el Magno: estos tiempos no son peores que cualquier otro, son distintos.
  • El distingo consiste en la incapacidad para comunicar a un Dios cercano.
  • El hombre es un animal de costumbres. Esa es su tragedia, se habitúa a lo extraordinario y lo desprecia.
  • Y lo malo es que sólo Cristo puede saciar el ansia que nos consume.
  • ¿Esto tiene que ver con la III Guerra Mundial por etapas de la que habla el Papa Francisco? Como la causa al efecto. 
Los grandes teólogos se devanan los sesos para descubrir la razón de la actual inercia anti-Cristo. No se trata de que el mundo actual niegue a Cristo. A Dios se le ha negado siempre, en todas las épocas, y el mal no abundaba más antes que ahora, ni el bien menos.Preguntado por si esos tiempos como tantos creen son mejores o peores que épocas pretéritas, Juan Pablo II -que por algo era Magno- respondió que no, que no eran ni mejores ni peores sino distintas.El pontífice explicó que no había más mal hoy que ayer. Pero sí añadió algo: lo que distingue al mundo actual es la incapacidad de una generación para trasmitir a la siguiente una serie de valores cristianos, un modelo de vida que antes se captaba de forma natural sin necesidad de pedagogía. La cosa venía de serie.Y así es. Podíamos traducir esa resistencia natural como la inercia anti-Cristo. Y la razón puede estar en lo que los místicos de ayer, que no de hoy, aducían: Dios se hace tan cercano al hombre que resultar ordinario, casi vulgar. Como me dijo un veterano periodista, tras leer mi libro Por qué soy cristiano y, sin embargo, periodista, "Eulogio, yo no puedo creer que Dios esté pendiente de mí, pendiente de mi palabra".Dios se anonada tanto, se abaja tanto, se pone en manos del hombre, que el hombre se siente tentado por la rutina e incluso se permite el lujo blasfemo de despreciar al Creador. Es la inercia anti-Dios, que lleva a rechazar a Cristo sin tan siquiera escucharle, sin tan siquiera ver de qué se trata. Y eso implica culpabilidad.Porque el bien resulta difusivo, ciertamente, pero el hombre es un animal de costumbres: esa es su tragedia, se habita a lo extraordinario y lo desprecia.Y lo malo es que sólo Cristo puede saciar el ansia que nos consume.¿Y todo esto tiene que ver con la III Guerra Mundial por etapas de la que habla el Papa Francisco? Como la causa al efecto. Y sí, estamos de lleno en la III Guerra Mundial, sólo que por etapas y por zonas geográficas.En cualquier caso, ¿silencio de Dios? Si no hace más que hablar… Otra cosa es que le escuchen. Además, ya saben que Dios no se cansa de perdonarnos: somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Además, él perdona y olvida. Nosotros, en el mejor de los casos semiperdonamos. No hablamos de un mudo, hablamos de muchos sordos.Eulogio Lópezeulogio@hispanidad.com