No somos lo que comemos, somos lo que somos y somos lo que queremos ser. Porque somos seres libres, dueños de nuestro destino.

En todo caso, somos lo que pensamos, el producto de nuestras convicciones, vividas en coherencia. El gran Descartes se equivocó: "Pienso, luego existo" es una mentira pedantona. La verdad es que "existo luego pienso".

Pienso luego existo, no; existo luego pienso

Y todo esto se opone a la filosofía del cambio climático, la que ha imperado en la COP25 de Madrid, la misma de Masterchef: los humanos seríamos como manojos de carne, una especie animal cuyo cerebro depende de su estómago. Es la cosmovisión de la COP25 y por mí pueden enviarla al diablo.

Eso de que somos lo que comemos, lo será usted, señorita Thunberg.