No nos engañemos, Pujol es un tipo agradable pero sus hijos no hay quien los aguante, -suelto alguno de ellos-, especial y solamente para que él piden 27 años de cárcel. Y tampoco nos engañemos: durante mucho tiempo el 3% fue la tónica dominante del nacionalismo moderado y el modo en que gobernó Cataluña. Ahora bien, es cierto que los Pujol robaron dinero, mucho, y deben ser castigados por ello, pero también es cierto que el que fuera presidente de la Generalitat y presidente de CIU le da sopas con honda a todos los que han sido sus sucesores. Ahora todo es más, un majadero que se creyó sujeto de un proceso histórico y que fue el que inició la demencia. Un súper majadero, como el amigo Puigdemont, que no sabe hacer la 'o' con un canuto, un cobardón suyo, en un maletero donde fuera, mientras sus obras subordinados pecharon sus locuras con penas de prisión.

Jordi Pujol, que se sentía catalán antes que español, desde luego, jamás alcanzó las cotas siniestras de odio hacia todos los españoles y de un fantasmagórico separatismo que es una locura presente y que conduce al futuro de tragedia. Un separatismo, además, especialmente insultante para el resto de España y risible para el resto de Europa, un problema que Pedro Sánchez no ha solucionado, simplemente lo ha enquistado. 

Eso con Jordi Pujol, que ahora inicia su juicio oral, no hubiera ocurrido.