La respuesta es ninguno de los dos. Lo sé, pero eso no basta.    Respetar a la mujer no es repetir la memez de los ciudadanos y a las ciudadanas, los diputados y las diputadas, los periodistas y los periodistos. Respetar a la mujer es vivir la pureza. El hombre lascivo jamás será considerará a la mujer porque el lascivo ve una escoba con faldas y le da la vuelta. No, ningún rijoso (ojo, o rijosa, que cada día hay más) puede respetar al otro sexo. Y entre los varones, cuanto más feminista, menos respeto. Por sus historiales no parece que ni Bill Clinton ni Donald Trump sepan qué es eso de la pureza, esto es, vean en la mujer algo más que un trozo de carne para el propio divertimento. ¿Y un rijoso y una rijosa? Pues utilización mutua. Pues eso. Hispanidad redaccion@hispanidad.com