El jueves 20 se cumplen 50 años de la muerte de Francisco Franco, el hombre que lideró un golpe de Estado militar contra una democracia revolucionaria y homicida. Dar un golpe de Estado militar es una cosa muy fea, una democracia formal que se dedica a la revolución comunista es aún más feo que la asonada y además la justifica, y, si encima esa democracia es homicida desde que nació pues mucho más.
Sí, porque los conventos comenzaron a arder en Madrid en 1931, nada más declararse la República, cinco años antes de la Guerra Civil.
El Sanchismo ha montado una parafernalia progre alrededor del quincuagésimo aniversario de la muerte de Franco que se concreta en un muestrario de Cristofobia -odio a Cristo- y de cristianofobia -odio a los cristianos-
Pero me temo de que esto ya hemos hablado mucha veces. Hoy sólo quiero detenerme en una cuestión, en un tópico progre: el franquismo fue un tiempo triste, en blanco y negro. Pues mire no, el Franquismo -yo tenía 15 años cuando murió Franco y he vivido como joven y medio adulto el mundo de la transición- fue una dictadura política, sí, pero yo más bien lo calificaría de dictablanda, nada que ver con el régimen nazi o con el comunismo.
Además, no fue fascismo por las raíces cristianas de su dirigentes, incompatible con el fascismo ateo. Y por cierto, si la II República hubiera dejado en paz a los católicos, Franco no habría ganado la guerra.
Y lo que es más ilustrativo: no era un mundo triste, era una sociedad más alegre que nuestra sociedad satisfecha. Aquella no era una sociedad triste porque tenía esperanza, la de hoy tiembla ante el futuro.
¡Hala!, ya pueden escandalizarse todos los progres.
Dicho esto, conste que a título personal no siento una especial simpatía por el personaje, que antes que cristiano era una militar partidario del orden. Simpatía no, gratitud sí, porque la España de la II República apuntaba hacia la eliminación de todo vestigio de fe cristiana y de hecho, fue una España de mártires. Podía no ser su primer objetivo pero el hecho es que Franco salvo a los católicos de la gran matanza socialista, comunista y anarquista. Bueno, y de los masones que manipulaban a los verdugos: yo le estoy agradecido.