Sr. Director:
¡Se nos ha ido por fin 2011! Año horribilis donde los haya, año de crisis, violencia, paro… Pero los años, sean viejos o nuevos, son solo una medida artificial del tiempo que no marcan en sí mismo las fases de una crisis o de una recuperación.

 

Aventurar que en el 2012 se profundizará en la recesión o se iniciará la recuperación es crear un clima de pesimismo u optimismo que posiblemente esté alejado de la situación real de nuestro ciclo económico y vital.
La profunda sima que se ha abierto en nuestra economía ha sido consecuencia de la erosión producida por los malos hábitos ciudadanos en lo público y privado. La sociedad consumista que se inició hace ya unas décadas ha llegado al cénit de su desarrollo. En las familias y en las administraciones públicas se ha instalado un afán desmedido por gastar sin medida en lujos y caprichos y este ímpetu lucrativo nos ha arrastrado a una situación crítica.
Esta pandemia consumista se ha extendido, entre otras razones, como consecuencia de la globalización de nuestras comunicaciones. Los gurús financieros han creado una tupida red de ingeniería 'ad hoc' que ha saltado barreras universales gracias a Internet y al complejo mundo de la intercomunicación. Los ahorros de los ciudadanos, sus inversiones, las operaciones bancarias, por ejemplo, dan la vuelta al mundo y terminan en Shanghái, Tokio, Nueva York o Londres en fracción de segundos. Todo se compra y se vende sin fronteras y a un ritmo enloquecedor.
A esta era todavía no se le ha dado un nombre pero ya somos parte de una nueva civilización universal. Un impresionante salto en nuestra historia que a veces nos da vértigo pero que debemos controlar desde nuestra razón e inteligencia por el bien de la humanidad. Nos están sobrepasando los grandes avances científicos en la biología y genética; el clásico libro de papel ya se ha convertido en una "tableta" enciclopédica; los ipad, iphone, whatsapp, sms etc, son los sustitutos de teléfonos, fax, ordenadores y no digamos ya del correo tradicional.
Por otra parte el espacio que rodea a la tierra es un enorme océano de satélites, imágenes y ondas que van y vienen controladas por naciones o grupos que escudriñan y vigilan la vida de las personas como un 'gran hermano'...
Pero el gran peligro para el hombre está en su mismo interior. La soberbia de tanto adelanto científico y técnico le puede conducir, irremediablemente, al endiosamiento y al desprecio por la idea de lo inmaterial, lo espiritual o lo transcendente.
El "Dios no existe" de Stephen Hawkins, es la más arriesgada afirmación que conduce al hombre a un dramático vacío desde su nacimiento hasta el final de sus días. Ni el bien ni el mal tendrían sentido y las conductas o acciones estarían relativizadas en función de la autonomía individual de cada persona.
Por eso lo relevante del cambio de gobierno que se ha producido en España, no es tanto la dirección económica que se adopte para reconducir el estancamiento de nuestra economía, que la propia UE ya se ha encargado de ordenar sin paliativos al anterior gobierno socialista, sino poner las bases para recuperar valores despreciados por la ideología ateísta y relativista del presidente Rodríguez Zapatero.
Él ha sido el  verdadero artífice de modelar una sociedad sin sentido trascendente de la vida. De aquí, me imagino, esa frase antológica que pronunció para la historia: "la tierra es del viento". Pretendía hacer añicos de un plumazo las creencias religiosas de millones de hombres y mujeres a lo largo de los siglos al sustituir a Dios por el viento…
Son nuevos tiempos, pues, para nuevas ideas, nuevos modelos y nuevas actitudes ante los apasionantes retos que la revolucionaria modernidad nos exige. Encauzar el inmenso caudal de conocimientos e información que generan las nuevas tecnologías; desarrollar nuevas fórmulas de gobierno internacional que ordenen los impresionantes movimientos migratorios de personas, mercancías o productos financieros que circulan por un mundo sin barreras ni fronteras como el actual; y recuperar principios éticos o morales que informen las conductas y las decisiones de quienes deciden por otros, son las metas que deben inspirar a los gobernantes de hoy.
Santo Tomás Moro, jurista inglés, humanista y hombre de gobierno decía que "el hombre no puede ser separado de Dios ni la política de la moral".
Desgraciadamente en estos últimos tiempos Tomás Moro, cinco siglos después, probablemente se vería en la tesitura de tener que defender sus convicciones con la misma fortaleza e incomprensión que tuvo que soportar hasta su trágica decapitación.

Jorge Hernández Mollar