El camino al Santander parece cada vez más cerrado. Botín y Sáenz no quieren jubilarse, a pesar del hachazo del Supremo. FG, cabreado, se niega a absorber a Bankia... por ahora. Caixabank choca con el problema político. Además, hay que esperar al 20-N y al posible salto a la política del presidente de Bankia
Decíamos ayer que se prepara la segunda oleada de fusiones bancarias, pero eso tan sólo es lo urgente. Lo importante es que habrá una tercera, tendente a conseguir menos bancos y más grandes. Es la moda: confundir tamaño y solvencia. Rodrigo Rato es quien mejor ha secundado el plan del gobierno Zapatero, de Banco de España y del FROB, tras fusionar nada menos que siete cajas de ahorros y reducir plantilla y oficinas. El problema es que la conversión en banca mermó su patrimonio y multiplicó sus necesidades de financiación con vencimientos muy fuertes en 2012, que es el año donde verdaderamente Bankia se la juega.

Por eso, Rato prepara ya una fusión, que inauguraría la tercera oleada. Ha estudiado tres: Santander, BBVA y Caixabank. El Santander ha sido el primero en adelantar su negativa. Perdido en sus propios problemas internos -los fiscales de la familia Botín y los penales de Alfredo Sáenz- lo cierto es que Emilio Botín se niega a absorber a Bankia. Ha convencido a Alfredo Sáenz de que acepte el indulto que llegará desde Moncloa, después del 20-N y antes de la llegada de Mariano Rajoy al poder y de que, en resumen, permanezca como primer ejecutivo.  Todo ello a pesar de que el Tribunal Supremo, en la mañana del martes, desaconsejara el indulto a Sáenz por el caso Olabarría, en el que fue condenado a tres meses de prisión e inhabilitación. El indulto es potestad del Gobierno.

El BBVA es cosa distinta. Era la fusión, o absorción, lógica, pero FG, que parece haber perdido la posibilidad de convertirse en vicepresidente económico del Gobierno Rajoy, no está por la labor. Es más, sus relaciones con Rato, el hombre que le convirtió en banquero, son cada vez más tensas. Además, el problema es que quien todavía tiene posibilidades de volver a la política, como número dos de Ejecutivo, aunque se haya negado a entrar en las listas el 20-N, es Rato, convencido de que a lo mejor es FG el que tiene que venir a pedir matrimonio.

Queda Caixabank. Las relaciones entre Fainé y Rato son buenas, aunque a Juan María Nin no le iba a gustar, de la misma forma que no le gustaría una fusión con el Popular, dado que daría al traste con sus previsiones sucesorias. En cualquier caso, el problema con Caixabank es político. La sede, desde luego, debería estar en Barcelona, porque a la Generalitat sólo le queda una joya financiera: La Caixa, y no quiere perderla.

¿Se va a producir mañana una fusión o absorción de Bankia? No. Primero hay que conocer que nuevo tipo de chifladura, es decir, de recapitalización bancaria, se le ocurre a la plutócrata doña Angela Merkel. En segundo lugar, que culminen la nueva ronda de fusiones, la segunda oleada de una reforma financiera cuyo coste se va a disparar. Para el conjunto de los españoles, se entiende.

Y también hay que esperar al 20-N y a la composición del nuevo Gobierno, presidido, previsiblemente, por Mariano Rajoy. Ahora mismo, los comités de dirección de los bancos españoles trabajan día a día, intentando frenar un deterioro paulatino de los activos y con un miedo aún mayor, terror telúrico, a que Europa intervenga la economía española.

Miriam Prat

miriam@hispanidad.com