El lunes se anuncia una huelga salvaje para el día siguiente. En la madrugada del martes, los piquetes informativos impiden la salida de los trenes sin que hubiera presencia policial. A medio día del martes, Rubalcaba se ofrece para ayudar a Esperanza Aguirre y por la tarde envía unos antidisturbios para liberar la estación de Nuevos Ministerios. Eso sí, la orden que habían recibido era que no hicieran sangre. Al fin y al cabo, no es un problema de Esperanza. Pues que sea responsable y se enfrente a los problemas, que dirían De la Vega y Zapatero.