Ramón Luis Valcárcel (en la imagen) se ha despedido, mañana del jueves, de la Presidencia de Murcia. Se va a Europa, asegura el presidente, "sin añoranza, sin mirar atrás, porque, como dice la Biblia, el que mira atrás se convierte en estatua de sal y de azufre".

Hombre no, don Ramón. Lo que la Biblia (Génesis 19) dice es que llovió lluvia y azufre sobre Sodoma y que la mujer de Lot, curiosona ella, se volvió a mirar el espectáculo y se convirtió en estatua de sal. El azufre es una cosa muy fea, sobre todo cuando se emite a la atmósfera y que la literatura ha convertido en el olor del infierno.

Pero ya decía Julio Cerón que las erratas proporcionan grandes logros, a veces argumentos y razones de índole superior. En efecto, Valcárcel, como tantos barones del PP, tiene algo de estatua de azufre: sus reacciones minerales y de indefinición gaseosa.

Buena prueba de ello es que es uno de los partidos más plurales, en el peor sentido del término. Porque, a ver quién es el guapo que define el ideario del Partido Popular y la adscripción de sus líderes. De la mayoría de ellos sólo puede predecirse lo que van a decir o la postura que van a adoptar si sabemos adivinar qué puede resultar más popular a corto plazo. O eso, las fórmulas a las que tan aficionado es Mariano Rajoy y su argumento del sentido común: "El sentido común nos dice que...". O, aún mejor, cuando nos explica que "nuestra posición es muy clara" sin que nadie logre aclararse acerca de su posición.

Sí, el PP es un partido azufroso, que le gusta hacer la estatua.

Eulogio López

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