Temo más a una monja quejosa que a muchos demonios. Decía esa santa recia que fue Teresa de Jesús.

Por fin se acabó el Día Internacional Contra la Violencia de Género (martes 25 de  noviembre). Han sido 24 horas interminables, con prólogo y epílogo. Todos hemos llorado mucho, guardado minutos de silencio, los políticos han dramatizado de lo lindo para decidir quién era más feminista y hasta el propio Rajoy nos ha brindado una tercera del ABC, extraordinariamente solidaria. Nunca le hemos visto a Rajoy escribir un artículo a favor de la vida en el Día internacional por la vida (25 de marzo). No sería políticamente correcto.

Así que habrá que enfrentarse a lo políticamente correcto. Vamos con los grandes signos de esta exageradísima cuestión:

1.- Peor aún que la violencia machista, mucho peor, es la violencia feminista, provocadora del aborto. Si han sido 45 las mujeres asesinadas por sus parejas (de los hombres asesinados por sus parejas nada se dice) son 112.000 niños -y niñas- los abortados por sus propias madres sin defensa alguna y de forma muy legal.

2.- La mujer no es menos violenta que el hombre. Ocurre que no tiene tanta fuerza física como el varón pero la única manera de hacer violencia con el próximo no es la fuerza física. Al menos, entre los animales racionales.

3.- El feminismo, con el apoyo del Estado, que no de las mujeres, ha convertido al padre en mero semental. Al parece es la mujer la única que tiene que decidir sobre la descendencia de la pareja. Esto anima, claro, a todo varón desaprensivo a que utilice a la mujer como objeto sexual.

4.- En España, la ley contra la violencia de género pasa por ser una de las normas más injustas de la democracia. El varón es culpable mientras no se demuestre lo contrario. Es más, puede ser encarcelado ante la mera acusación de su pareja, sin pruebas y sin diligencia alguna. Ya saben, las mujeres no mienten nunca, los varones siempre son culpables. Así, las denuncias falsas por malos tratos, especialmente en caso de divorcio, están al orden del día aunque nadie quiera reconocerlo.

5.- La violencia machista se incuba en la adolescencia, especialmente en su versión acoso sexual. ¿Y qué esperábamos Hemos enseñado a los jóvenes a trivializar el sexo y les hemos inundado de pornografía. Por tanto, para una adolescente la exhibición es norma y para un adolescente aprovecharse de tan sabias enseñanzas es lo lógico.   

6.- La violencia de género ha sido la punta de lanza para introducir la ideología de género, la batalla más estúpida que se recuerda: media humanidad contra la otra media. Ya se sabe a quién apoya el Estado.

Conclusión: el feminismo ha consagrado la cultura de la queja, hasta unos extremos tan idiotas que reverdecen las palabras de Teresa de Jesús: temed a la mujer quejosa, porque sus quejas, ahora, vienen avaladas por políticos, jueces y policías, que esos sí que ejercen violencia. Casualmente, casi siempre contra el varón.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com