La concesión del tercer grado penitenciario al ex secretario de Estado de Seguridad, Rafael Vera, ha causado un verdadero terremoto político. Desde el PP se pide la revisión por parte de la fiscalía de la decisión de instituciones penitenciarias y en medios peperos se afirma que el tercer grado supone la constatación de que la relación entre el felipismo y el zapaterismo es más fuerte que lo que se pensaba. No olvidemos que el nexo de unión entre ambos regímenes es el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, responsable ahora de gestionar el problema migratorio ante la incomparecencia de Jesús Caldera.

Pero es que además, el nacionalismo vasco está que se sube por las paredes. Por una parte, Iñigo Urkullu (PNV) afirma que el tercer grado de Vera puede ser un indicador adelantado de lo que hay que hacer con los presos vascos. Mucho más contundente se ha mostrado el consejero de Justicia, Joseba Azcárraga (EA) que acusa al PSOE de favorecer a sus presos y torcer la ley con otros para dar la impresión de firmeza contra el terrorismo. Llega incluso a afirmar que se trata del acto final de la compra de silencio.

Por cierto que las relaciones entre el PNV y EA no van bien. EA planteó hace algunas semanas la necesidad de romper la coalición para evitar ser fagocitados a lo CiU. Desde el PNV se responde que en caso de volver a plantear la coalición, habrá que recortar el peso de EA. Tiranteces propias de período preelectoral.