La política de mano blanda y entendimiento ha servido para que Londres muerda la mano. Ahora hay que probar con la otra escuela: volver a cerrar ese paraíso fiscal y paraíso de rufianes, por ejemplo de fundamentalistas islámicos, en el que se ha convertido la roca. Sí, cerrar la verja e incomunicar al Peñón por tierra. Y, de paso, obligar a Londres a cerrar ese paraíso fiscal.
Al menos, en aras de la libre circulación de personas, tendrían que desembarcar en alguna población española o volar hasta Sevilla.
Eulogio López
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