Benedicto XVI ha dicho muchas cosas en Portugal. Sorprendentes, asombrosas. Pero recuerden: el Papa siempre tiene razón.

Los cristianos no somos los que creemos en Cristo, sino los que amamos a Cristo y, por la misma razón, no somos críticos de la Iglesia, sino discípulos, seguidores, alumnos.

La primera cosa sorprendente que ha manifestado es que el peor enemigo de la Iglesia está dentro, no fuera. Y que los católicos no estamos siendo fieles a Cristo, que necesitamos penitencia y purificación. Y esto a una pregunta sobre si el Tercer Secreto de Fátima puede abarcar la actual crisis eclesial. O sea, que cuando estamos todos jugando a apologistas, defendiendo a la Iglesia de una brutal campaña (que sí, que existe la tal campaña y es, en efecto, brutal) que exagera hasta la náusea los casos de pederastia clerical, que los absolutiza, va el Papa y dice bueno, que el enemigo importante es el de dentro.

Luego viene la pregunta del periodista: ¿oiga, los casos de pederastia tienen que ver con el Tercer Secreto de Fátima? Curioso porque hasta ahora el Tercer Secreto, que el propio Benedicto XVI, se encargó de desvelar diez años atrás, de la mano de Juan Pablo II y de la vidente Lucía, se circunscribía al hecho concreto del atentado de Alí Agca contra el Pontífice  

Y es que la sospecha de que el Tercer Secreto no terminaba en lo publicado, sino que llegaba más allá, ha sido moneda corriente en la Iglesia desde hace 10 años, ahora bien, el Papa responde de la siguiente manera: "La novedad que podemos descubrir en este mensaje es que no sólo desde fuera se ataca al Papa y a la Iglesia. El sufrimiento de la Iglesia viene de su interior, de los pecados que existen en ella. Ya se sabía, pero hoy lo vemos de un modo realmente terrorífico".

La verdad es que la información de las últimas décadas sobre la Iglesia se divide entre apologistas, los que braman contra el enemigo externo, e inquisidores, los que considera que el mal está dentro y que si la Iglesia se santifica el mundo se santifica con ella. Empleo el concepto inquisidor, a pesar de su mala prensa, porque me parece el que más se aproxima. Ahora bien, quede claro que, cuando Benedicto XVI habla de la necesidad de purificación interna se está refiriendo a que cada cual debe preocuparse de su purificación personal, su propia conversión y arrepentimiento, no a la de sus hermanos en la fe, que sería la tarea propia del inquisidor.

En cualquier caso, el viraje es tremendo: no, el enemigo no es el New York Times: el enemigo somos nosotros mismos, nuestro pecado, nuestra falta de lealtad. Y si lo dice el Papa es que el Papa tiene razón. Todos los enemigos de la Iglesia no son nada comparados con la falta de fidelidad de los fieles.

Y luego Fátima: Sí, está claro que el futuro de nuestro mundo se juega en Fátima.  

No obstante, ¿se imaginan ustedes a cualquier líder político, económico o cultural (ésos últimos son los más soberbios) golpearse el pecho como lo hace el Papa, desarmarse ante un enemigo que aprovechará estas palabras para sacudir donde más duela? ¿A que no?

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com