Aquel domingo estival Reverte remataba su artículo con una despedida intrahistórica ("Hasta luego, Lucas"), una interjección a juego con lo demás ("Rediós") y el anhelo final: "Hay días en los que me gustaría ser lansquenete de Carlos V". Yo, en mi insignificancia, al terminar de leerle me habría conformado con mucho menos: con dejar de ser murciano.
Miguel Ángel García Olmo