Sr. Director:
Con motivo de la celebración del Día Mundial de la Alimentación he pensado en este tema pues me preocupa que más de 1.000 millones de hombres pasen hambre.

Entre lo que he leído ha sido la última encíclica del Benedicto XVI, de ella he sacado algunas conclusiones que me parece importantes. En un esfuerzo de síntesis, siguiendo siempre al Papa en su última encíclica en la que dice: la verdad es la luz que da sentido y valor a la caridad, y que esta luz es simultáneamente la de la razón y de la fe, por medio de la cual la inteligencia llega a la verdad, natural y sobrenatural de la caridad, percibiendo su significado de entrega, acogida y comunión.

Sólo con la luz de la caridad, iluminada por la luz de la razón y de la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un carácter más humano y humanizador. ¡Que lejos está esto del individualismo egoísta fruto del relativismo! El auténtico desarrollo proviene de compartir bienes y recursos, dice el Papa, cosa que no se asegura sólo con el progreso técnico y con meras relaciones de convivencia, sino con la fuerza del amor que abre la conciencia del ser humano a relaciones recíprocas de libertad y de responsabilidad continúa.

En la misma encíclica se detiene en dos criterios orientadores de la acción moral que se derivan del principio caridad en la verdad -título de la Encíclica-: la justicia y el bien común. Advierte que en una sociedad en vías de globalización, el bien común y el esfuerzo por él han de abarcar necesariamente a toda la familia humana, es decir, a la comunidad de los pueblos y naciones. Ni tiene soluciones técnicas ni pretende ofrecerlas. Pero la Iglesia -como hace con esta Encíclica el Papa- tiene una misión de verdad que cumplir para una sociedad a medida del hombre, de su dignidad, de su vocación.

Enric Barrull Casals

enricbarcas@gmail.com