Sr. Director:
La agresiva ofensiva desencadenada por el laicismo anticlerical contra el obispo de Alcalá de Henares, monseñor Reig Pla, por su homilía con ocasión del Viernes Santo, alcanzó niveles de paroxismo irracional.

 

Al margen de que las críticas vertidas contra el prelado se basan en frases sacadas de contexto y manipuladas, conviene recordar que el obispo tiene la misión de anunciar la verdad sobre el hombre que deriva del Evangelio, y que la esencia de la democracia es asegurar a todos la libertad de expresar sus propias convicciones.

Es cierto que hablar de pecado en una sociedad secularizada se ha convertido en algo contrario a lo que se considera hipócritamente como "políticamente incorrecto". Pero, y no es mi opinión, la Iglesia no puede intentar agradar a todos ni buscar el aplauso. Eso sí, debe intentar explicar su anuncio con razones y en diálogo con las inquietudes de este momento histórico.

Y así intentó hacerlo Mons. Reig, que se refirió al infierno de infelicidad que padecen muchos hombres y mujeres al vivir de un modo no conforme a su propia dignidad, en el trabajo, la afectividad, o la vida pública.

Jesús Martínez Madrid