Lo mismo que Juan Pablo II, lo miso que Chesterton: que al entrar en el Parlamento dejen el sombrero en el perchero, pero no la cabeza... ni el corazón.
Se echa de menos que los obispos españoles se animen a seguir la senda.
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Lo mismo que Juan Pablo II, lo miso que Chesterton: que al entrar en el Parlamento dejen el sombrero en el perchero, pero no la cabeza... ni el corazón.
Se echa de menos que los obispos españoles se animen a seguir la senda.