Decía Hegel que las diferencias de grado terminan convirtiéndose en diferencias de naturaleza.

En aplicación del hegeliano principio podemos asegurar que, si bien el sueldo de un ejecutivo debe corresponderse con lo que aporta a la empresa, cobrar más de 5 millones de euros, a veces el 10% y subirse ese salario otro 10%, en 2009, el año de la crisis, que es lo que ha hecho, por ejemplo, el consejero delegado del Banco Santander, Alfredo Sáenz, constituye una de esas diferencias que cambian la naturaleza de las cosas. Es decir, que pasa de naturaleza moral a naturaleza inmoral.

Como siempre, la empresa pequeña le da lecciones de conducta a la grande. En una panadería es el propietario quien ofrece un salario a su trabajador. Nunca inferior al que marca el convenio, ciertamente, pero es la propiedad quien contrata y quien oferta, y es el obrero quien tiene derecho a aceptarlo o buscarse algo mejor. De la misma forma, en los grandes bancos y empresas, la solución a la inmoralidad consiste en que sea la propiedad quien decida lo que deben cobrar sus empleados, incluidos el presidente y el consejero delegado. Y si les parece poco que se marchen, que nadie es imprescindible.

Emilio Botín va a llevar a la Junta General de Accionistas del Banco Santander, que se celebrará el 11 de junio en la capital cántabra, la novedad de que sean los propietarios quienes conozcan y hasta sean consultados sobre las retribuciones de los consejeros del banco. Sin duda representa un avance por la buena senda, pero queda mucho para alcanzar la meta. ¿Que dónde está la meta? La meta está en que, como ocurre en la panadería de referencia, los propietarios deciden cuánto cobran, uno a uno, no sólo los consejeros, sino también los altos directivos, que son sus empleados y, atención, por todos los conceptos: sueldo fijo, variable, bonus, opciones sobre acciones, dietas, pensiones, seguros, etc.

¡Ojo al dato!: he dicho que los propietarios decidan, aprueben, o suspendan, esos emolumentos, no que meramente sean informados o consultados acerca de los mismos.

Porque el liberalismo -el capitalismo es otra cosa- es el sistema que defiende el derecho a la propiedad privada. Y es la propiedad la que debe decidir. El capitalismo acepta la propiedad fiduciaria, donde es el intermediario, especialmente el intermediario financiero, el broker, quien actúa como si fuera el dueño del dinero ajeno, del dinero que administra, que es el dinero de los demás. Y así nos va.

El capitalismo constituye la reedición del Estado servil, donde unos pocos, no propietarios, sino reguladores públicos y gestores privados, se hacen los dueños y señores de todos los medios de producción. Les cito un ejemplo: durante la reciente Junta de Accionistas de Vocento, el consejero delegado, José Manuel Vargas, explicó a los accionistas las cuentas del ejercicio 2009, en los que el Grupo había perdido 17 millones de euros y el ABC, buque insignia, había perdido más de 50 millones. Vargas ni tan siquiera les habló a los accionistas, a los propietarios, de su dividendo pero sí consiguió, con los votos delegados que llevaba en su portafolios, aprobar su bonificación personal, supongo que para premiar el gran ejercicio, en números rojos, que había realizado.

Como alguien no lo remedie, vamos a tener que hablar de juntas generales de idiotistas.

Eulogio López

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