En la operación Güemes estaban implicados empresarios levantinos, y por supuesto su suegro Carlos Fabra y editores afines. Aznar no consigue colocar a Güemes como joven líder de la derecha española, el nuevo 'Adolfo Suarez'. Aguirre se niega a ofrecerle la vicepresidencia. Rompe con Aznar, pero también con Rato y con Rajoy. Además, mantenía una pésima relación con sus compañeros de gabinete. Beteta le llamaba 'Brat Pitt

No ha prosperado la 'operación Güemes' consistente en fabricar un nuevo joven líder de la derecha española alternativo a Rajoy. Se trataba de construir un nuevo 'Adolfo Suárez'. Detrás de la operación, Aznar. Obviamente también su suegro, el presidente de la diputación de Castellón, Carlos Fabra. Y detrás de él, varios empresarios levantinos y algún medio de comunicación afín. Pero la operación se ha frustrado. El ambicioso Güemes aspiraba a ser nombrado vicepresidente de la Comunidad, pero Aguirre ha optado por mantener a González, su hombre de confianza.

Enésimo enfrentamiento entre Aguirre y Aznar. La presidenta ya se había negado a apoyar a Blesa al frente de Caja Madrid y vuelve a rechazar de Aznar las presiones para promocionar a Güemes a vicepresidente. A esto hay que sumar el rechazo a nombrar a Timermans como director general de Caja Madrid. Además, las relaciones entre el hasta ahora consejero de Sanidad y el resto del gabinete son pésimas. Muchos le tachan despectivamente de 'Brat Pitt'. La relación era especialmente mala con el consejero de Hacienda, Antonio Beteta.

Pero es que además, Aguirre lleva unas semanas en una estrategia de elevar el tono y marcar terreno en la política nacional. Que Cataluña debate sobre los toros, la presidenta madrileña se agarra al capote y se hace fotos declarando la Fiesta Nacional bien de interés cultural. Que el Gobierno insiste en subir el IVA a partir del 1 de julio, anuncia una rebelión. No. No es casual. Aguirre está planteando una estrategia mediática para visibilizar su liderazgo nacional.

No sólo eso, sino que Aguirre se permite poner la mano en el fuego por los diputados del PP acusados por Gürtel. Primero los separa del grupo parlamentario y luego les muestra su apoyo.

Así que Güemes, hasta ahora supuesto delfín de la 'Presidenta' ha decidido abandonar un barco que conduce a ninguna parte. El futuro de Aguirre está en el Ayuntamiento de Madrid y Güemes no se ve dirigiendo el tráfico. Y al igual que a las discotecas hay que darles traspaso cuando están en lo alto, de política hay que saber salir en el pico, no en el valle. Eso te garantiza la puerta grande, la rentabilidad de tus relaciones y la posibilidad de regreso.

Esta es la lógica de la salida de Güemes. Ocurre además que la decisión se produce el mismo día en que el Gobierno Zapatero decide cortar el pelo al gasto sanitario de las CCAA. Si ya no estaba cómodo con una estrategia en su opinión fallida, la idea de gestionar una consejería de gasto sin presupuesto, le resultaba más bien poco motivadora. Así que rompe amarras.

La gestión se ha realizado a velocidad de vértigo. Y de manera impecable: ni una filtración. Nada más terminar de anunciar su decisión, el Instituto de Empresa -que también fichó a Fidalgo- anunciaba el nuevo futuro del hasta ahora consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid.

Por parte de Aguirre los movimientos también han sido rápidos. El consejero de Inmigración, Lasquetty, asume también la cartera de Sanidad. Y Lucía Figar se convierte en la nueva portavoz del PP madrileño. Aguirre se protege de los más afines. Pero le quedan pocos. Está enfrentada con Aznar, Rato y Rajoy. Mucho. Demasiado.