Como su título indica cuenta la vida de un individuo aparentemente de existencia corriente, Charles 'Chuck' Krantz, contable de profesión, pero narrada de manera inversa, desde el final al principio. Pero eso no le resta interés, muy al contrario es como un puzzle que resulta perfecto cuando todas las piezas encajan, porque si algo tiene este relato, a pesar de que por su apariencia puede parecer lo contrario, es coherencia, gracias a que pone en imágenes un maravilloso verso del poeta Walt Whitman.
No es fácil encontrar películas originales y, al mismo tiempo, emotivas, algo que ocurre con La vida de Chuck, un precioso cuento fantástico, de Stephen King, que se suma a la lista de relatos llevados al cine de este escritor que nos encandilaron: recuerden La Milla Verde o Cuenta conmigo.
Una de las características que más agradan de la vida de Chuck es que describe momentos aparentemente normales de la vida de este hombre pero dotados de una poesía que desarma, porque Chuck, desde niño, es una buena persona, capaz de capear con las tragedias de la vida y de hacer felices primero a sus padres, luego a sus abuelos y, posteriormente, a la familia que forma. Pero cuenta con momentos realmente brillantes, y como se dice en la misma película, mágicos. Quizás para la Historia del cine quede ese baile que se marca el actor Tom Hiddleston, al que habíamos visto en películas tan diferentes como Thor o Los Vengadores, que por su belleza y ejecución está a la altura de bailes inolvidables de grandes de esa parcela como fueron Fred Astaire o Gene Kelly. No obstante lo mejor de esta película lo han anunciado sus propios responsables y lo suscribimos: cada persona deja su huella en el universo, porque cada ser humano es único y de cada persona depende que esa huella sea imborrable y provoque agradecimiento o dolor en los demás.
Dirigida por Mike Flanagan, versado en películas fantástica como Doctor Sueño, todo el desarrollo está plagado de guiños o de personajes que tienen una importancia en el relato, dado que muestra los fragmentos más importantes de esa vida. Una sorpresa que encontrarán los seguidores de la saga Star Wars es reconocer, bajo un aspecto envejecido, a Mark Hamill, el inolvidable Luke Skywalker, que aquí encarna al carismático abuelo del protagonista y ofrece instantes brillantes cuando defiende la importancia de las matemáticas en la vida diaria, aunque no sepa valorar el placer de disciplinas artísticas como el baile, algo que adora su esposa y sabe transmitir a su nieto. Porque si algo rebosa este cuento fantástico es amor, de padres a hijos, de abuelos a nietos.
Para: los que les guste el buen cine, con mensaje esperanzador.