El director sevillano Benito Zambrano se hizo famoso en el año 1999 por un drama sobre la maternidad, Solas, que arrasó en premios y buenas críticas. Pero su trayectoria está llena de argumentos de denuncia social. Con Intemperie vuelve sus ojos hacia la postguerra española, el año 1946, a una zona desértica donde un chaval huye del cruel capataz de una finca y encuentra en la inhóspita llanura a un pastor, que se convertirá en su mejor amigo.

Adaptación de la novela de Jesús Carrasco, algunos han definido este film como un thriller, desde el momento que toda la película es una huida hacia adelante, una persecución incesante. No obstante, por el paisaje y los diferentes acontecimientos y duelos que suceden, bebe mucho más del género del western, de hecho aparecen sus elementos imprescindibles: un hombre, un caballo y un rifle.

La historia, plagada de violencia, y muy bien filmada, aborda con sutileza, desde la primera secuencia, esa lacra de la sociedad que es la pederastia, esa bestia que destroza lo más hermoso: la inocencia. Pero aunque ese grave asunto sea el detonante del conflicto, lo que impera en este relato es la relación entre un hombre humilde, curtido en mil batallas, y un niño que encuentra en él al padre que nunca le defendió del abuso. Los consejos que ese honrado y sensato pastor le da al menor sobre la existencia y la conducta que debe presidirla son magníficos “Tienes toda la vida por delante, niño, no la malgastes odiando”.  Una visión que en nada coincide con ese capataz amoral que se cree con derecho a todo sobre los miserables que habitan sus tierras.  

Fantástica en los apartados técnicos de fotografía y banda sonora, es, en su entramado argumental, algo maniquea en el tratamiento de los personajes pero, desde luego, se trata de una película de calidad.

Para: los que les guste el cine español cuando está filmado con talento.