Se consumó el tinglado de la antigua farsa neo-comunista (neocom). Con un 56% de abstención, sin la participación de la coalición que ganó las últimas elecciones sin trampa, con un opositor pre-fabricado, el apoyo de insignes demócratas como el expresidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, el neo-comunista venezolano Nicolás Maduro se perpetúa en el poder.

Con hambre en Venezuela pero silenciada por el miedo, al grito de “votos o balas”, Maduro ha impuesto el neocomunismo. No de extrañar que Podemos haya mamado su estilo en Venezuela del tirano bolivariano, Hugo Chávez.

Zapatero se ha convertido en apóstol del neocomunismo en el mundo

El neocomunismo se distingue del marxismo clásico en que no pretende llegar al poder por la revolución violenta en las calles sino por la manipulación de la democracia electiva. Una vez que gana una vez, pervierte el sistema de libertades para ganar siempre, por la fuerza de las urnas.

Los primeros neocomunista fueron los chinos post-Mao y un poco los cubanos de Fidel Castro, pero se trató de meros ensayos, aún fieles al marxismo clásico: en Venezuela es donde el neocomunismo se ha consagrado, mientras España miraba hacia otro lado.

No toda España. Si Maduro ha conseguido el primer régimen abiertamente neocom (que no neocon) ha sido gracias a demócratas reconocidos como ZP quien primero primero devolvió a España al guerracivilismo y ahora certifica, con su presencia y entusiasta apoyo, la pureza del neocomunismo en Hispanoamérica.

El neocom se distingue del marxista revolucionario en que no llega al poder por la revolución, sino por la manipulación de la democracia electiva

Lo ocurrido ayer domingo en Venezuela coloca al mundo hispano en una posición muy difícil. España peca de omisión y mira hacia la decadente y masónica Bruselas, mientras la Iberoamérica cristiana se inclina hacia la permanencia del castrismo, el rebrote del sandinismo, y un México convertido en ring de mafiosos y narcotraficantes.

Y Mariano Rajoy, naturalmente, no sabe ni contesta.

En el entretanto, los venezolanos pasan hambre y la Iglesia Católica, la única capaz de hacer frente al Régimen, sufre persecución activa.