Su historia es la de un héroe. Un obrero de Solidaridad que quebró el imperio comunista, la mayor y más poderosa tiranía que haya vivido el mundo moderno y que, en algunas zonas, aún sigue viviendo.

Walesa aguantó una presión que nadie hubiera aguantado gracias al apoyo de San Juan Pablo II. El segundo sostuvo al primero, que gracias a su apoyo pudo soportar la feroz presión de los comunistas.

Papa y sindicalista se cargaron el régimen comunista polaco, retaron a Moscú, se jugaron la vida… y ganaron la guerra sin disparar un solo tiro.

El líder de Solidaridad se ha convertido en una marioneta que la progresía europea maneja a su antojo

Ahora, por el contrario, esta caricatura Walesa, producto de no saber retirarse a tiempo, es utilizada por todos los progres europeos. Los mismos que antes constituían la quinta columna del marxismo en los medios informativos y culturales de Occidente utilizan a Walesa. Por ejemplo, RTVE, que ha destacado hasta allí a su corresponsal en Alemania, Aurora Mínguez, para utilizar al mismo líder que, en su momento, resistió al imperio soviético sin otra asistencia que las de los sacerdotes polacos que atendían espiritualmente a los obreros en huelga.

Por eso, produce lástima ver a Lech Walesa convertido en una caricatura de sí mismo, asegurando que su país, Polonia, y Hungría, se están cargando Europa. Precisamente, los dos países que se resisten a abjurar de su cristianismo ante el empuje progre-suicida de Bruselas. Para este Walesa senil, si eres cristiano eres populista y ultra. 

Acusa a su propio país y a Hungría de populismo. Para el nuevo Walesa, si eres cristiano eres populista y ultra

Y en su lucha quijotesca con “populistas y demagogos… que ponen en peligro a Europa”, la entrevistadora le pregunta qué piensa de Macron y Sánchez y él, siempre solícito a los quehaceres de la modernidad, asegura, qué triste, que se trata de “dos personas inteligentes, a ver si las dejan actuar”.

Este Lech Walesa no habría tumbado el comunismo en Europa del este. No hubiese aguantado ni el primer pulso. Pero, al menos, debería haber sabido retirarse a tiempo para no convertirse en el marioneta en que se ha convertido. Aguantó la presión del imperio comunista, pero no ha sabido aguantar la presión del anonimato. Es cierto que Karol Wojtyla ya no está para sostenerle.