• Eso sí, presidente por accidente, gracias al juego de alianzas abierto con la irrupción de Podemos y Ciudadanos.
  • Calcula que la formación de Pablo Iglesias tiene un techo electoral del 20%, no más, suficiente para Sánchez.
  • Al mismo tiempo, Ciudadanos, que pacta con uno (Andalucía) o con otro (Madrid) también se puede unir contra el PP.
  • Izquierda Unida ya no es problema: Alberto Garzón la ha dejado aislada tras el portazo de Podemos.
En Moncloa se empiezan a tomar en serio al joven dirigente socialista Pedro Sánchez (en la imagen junto a Pablo Iglesias) que ya ven como el principal enemigo para desalojar a Mariano Rajoy de la presidencia del Gobierno. El tablero político ha cambiado lo suficiente como para hacerlo posible y en eso basan su temor. Más que temor, pánico. Para sostener ese temor o pánico, como prefieran, tienen en cuenta dos elementos. El primero, que el PP puede mejorar electoralmente respecto a las últimas autonómicas y municipales, pero eso no impediría un peligroso juego de alianzas, capitaneado por el PSOE, que dejará en agua de borrajas el peso que hasta ahora ha tenido el partido más votado. Y tienen también en cuenta, en segundo término, que Pedro Sánchez está dispuesto a todo, incluidas las alianzas, naturalmente, para que el PSOE ocupe la presidencia del Gobierno. Es cierto que plantearía un escenario inédito en la democracia española, pero como las cosas han cambiado también eso puede cambiar. Por eso, argumentan en Moncloa, el principal el enemigo en estos momentos es Pedro Sánchez y cárguese lo que se tenga que cargar contra él: en las Cámaras (Congreso y Senado) y en las cámaras: todos los foros de opinión donde aparezca un representante del Partido Popular. Y por eso también el PP -el propio Rajoy también- tiran de hemeroteca para recordar lo que hace apenas mes y medio decía Sánchez sobre los populismos o un imposible acuerdo con Podemos para conducir a España a algo tan insensato como el régimen chavista en Venezuela. Es más, aunque dicen lo contrario, en el PP creen que Pedro Sánchez se ha reforzado al aparecer con la bandera española de fondo y que ha acertado al recuperar al ex ministro de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla, para hacerse cargo del programa económico del PSOE. Tanto la simbología como Sevilla han sido dos zancadillas al discurso del PP. Es cierto, en cualquier caso, que el paisaje político tras el 24-M ha cambiado. El bipartidismo no ha muerto, pero ha quedado claro también que ha quedado muy tocado. Ya no pasa todo necesariamente por el PSOE o por el PP, como hasta ahora, con el apoyo del nacionalista de turno. Hay más actores, fundamentalmente dos: Podemos y Ciudadanos. Eso sí, en Moncloa piensan también que Sánchez llegaría a la presidencia por accidente, como quien dice, gracias a las mismas alianzas que se han gestado ya en los ayuntamientos o en las autonomías, no por méritos propios. Algo parecido a lo que ocurrió con Rodríguez Zapatero, que se sentó en Moncloa por otro accidente, un atentado, el 11-M. Y todo apunta en ese sentido por varios motivos, fundamentalmente porque el partido más votado de la izquierda sería el PSOE. Podemos, creen en Moncloa, tiene un techo electoral que no pasa del 20%, lo que desplaza a Pablo Iglesias de sus aspiraciones de con él o con nadie para el cambio político en España. Menos lobos, Caperu. Pero el apoyo de ese 20% a Podemos, unido al que coseche por encima de ese porcentaje el PSOE, es decisivo para Sánchez. Y a eso se añade Ciudadanos, que pacta con cualquiera depende dónde. Ha permitido la investidura de la socialista Susana Díaz por lo mismo que ha convertido a la popular Cristina Cifuentes en la presidenta de la Comunidad de Madrid. Además, téngase en cuenta que Izquierda Unida ha quedado fuera de juego. Pablo Iglesias se atreve a decir a Alberto Garzón lo que no se atrevería a decir a Pedro Sánchez: "A pesar de que me encantaría contar con gente como Alberto, no puedo decir lo mismo con IU". Dicho de otro modo, si quiere subirse al carro de Podemos, estupendo, pero nada de acudir juntos a las elecciones Podemos e Izquierda Unida. Curiosa estrategia la de Garzón, dicho sea de paso, que ha conseguido cargarse en viejo comunismo que sostenía el PCE todavía en Izquierda Unida. Nadie ha hecho tanto en tan poco tiempo. Pero en fin, la estrategia de Podemos es clara: se pueden sumar a ellos los actores que quieran pero diluyéndose en sus siglas. Sólo en Cataluña, Galicia y la Comunidad Valenciana estudia converger con otras fuerzas políticas como ICV, Las Mareas o Compromís. Tomen nota: a Moncloa le preocupa mucho Pedro Sánchez y hay pánico con lo que pueda hacer. Rafael Esparza rafael@hispanidad.com