Un hecho insólito en la historia de la RFA. No es la primera vez que sus formaciones políticas juveniles dan una lección a Europa. La última polémica surgida hace escasas semanas por los planes del partido del canciller conservador Friedrich Merz (CDU) de reformar las pensiones (conocida como "Rentenpaket II") no contaba con la oposición interna y la rebelión de sus propias Juventudes (Junge Union) que ha amenazado con votar en contra tanto dentro del partido como en el Parlamento federal. Para entender la polémica reforma, va a ser inevitable aprender unos cuantos términos en alemán.

La Junge Union (JU), la organización juvenil de los conservadores alemanes, había calificado los planes de su propio partido y canciller de” ser una carga insostenible para las generaciones futuras” y una “injusticia intergeneracional” por pasar el muerto a las futuras generaciones para costear las pensiones de los jubilados germanos. Las protestas internas arrancaron en junio y han optado por hacerlas públicas ahora después de meses sin que su partido las tomase en serio.

La JU, liderada por Johannes Winkel, es el actor principal de la controversia que rechazó categóricamente los planes de reforma del gobierno federal del canciller (en Gran Coalición, formada por la CDU de derechas y los socialistas del SPD). La crítica fundamental descansa en que el plan no garantiza el nivel actual de pensiones (Sicherungsniveau) hasta 2040, lo que según la JU, supone una transferencia de riqueza "del joven al mayor" y una "redistribución gigantesca" que deberán soportar las generaciones jóvenes a través de mayores contribuciones e impuestos. Lo tildaron de reforma "trampa" (Falle) por poner en peligro la denominada “equidad intergeneracional”.

Los jóvenes del partido conservador se rebelan contra el canciller

Aunque el plan del gobierno actual en Berlín incluye el llamado "Generationenkapital" (un fondo de capitalización estatal de unos 200 millardos de euros indexado a la Bolsa que generaría unos intereses de unos 10 millardos anuales a la SS pasados unos años), la JU argumenta que es insuficiente y que la reforma no aborda el problema demográfico subyacente como es la mayor esperanza de vida y la falta de cotizantes y de natalidad. Sostiene que según los planes actuales objeto de disputa dentro de los democristianos, la reforma está cargando a los jóvenes con una deuda y unas contribuciones inmensas para mantener el nivel de vida de los jubilados.

Winkel señala que la factura del plan actual se pagará a través de contribuciones más altas de la Seguridad Social alemana y un incremento de la deuda estatal, lo que considera una hipoteca generacional sin precedentes con un coste adicional de 120.000 millones de euros para las arcas públicas.

A ese precio no pocos analistas e institutos de renombre de estudios económicos que asesoran al propio ejecutivo en Berlín, no descartan la imposición no deseada de otra medida impopular como la subida de impuestos para sufragar tanto gasto público. Alemania en su tercer año de recesión económica y en contra del propio programa electoral de la CDU/CSU, la subida fiscal -más propia de la socialdemocracia- sentaría además un precedente en los partidos conservadores en la UE (como el PP en España) para emular la medida como forma de atajar el descontrol del gasto público generado por los gobiernos precedentes.

Con la polémica de las juventudes conservadoras germanas, éstas exigen un cambio estructural radical en el sistema de las pensiones, basado menos en el actual sistema de reparto (Umlageverfahren) y más en la capitalización (Kapitaldeckung) para asegurar la estabilidad del sistema de pensiones a largo plazo. Hay quien por ello aboga por indexar el patrimonio gestor de las pensiones públicas al DAX, el índice de referencia de la Bolsa en Frankfurt, después de varios años de alza récord.

Sin embargo, la postura intransigente de la JU ya ha provocado una fuerte tensión interna dentro de la CDU/CSU (la Unión Demócrata Cristiana y el partido hermano bávaro, los Social-Cristianos), que actualmente forman parte de la gran coalición junto con los socialistas del SPD. Durante días enteros desde hace semanas dicha controversia auspiciada por las bases más jóvenes conservadoras ha sido portada en la prensa alemana y principales medios.

La cuerda se tensó tanto que el líder de las nuevas generaciones germana Winkel ha amenazado con votar en contra no solo dentro del partido sino también en el Parlamento federal (Bundestag) con el respaldo de sus militantes y sus 18 jóvenes diputados en el seno de su grupo parlamentario al paquete de reforma del gobierno. Sin mayoría simple la medida está condenada al fracaso y repercutiría en la imagen negativa de todo el ejecutivo en coalición.

La causa, la de siempre: el envejecimiento de la población

El canciller y líder de la CDU, Friedrich Merz, ya tuvo que lidiar con la fuerte repulsa de sus juventudes en una reciente Convención Nacional (Deutschlandtag). Así mientras Merz y parte de la cúpula de su partido buscaban mantener la unidad y posiblemente una postura más negociadora, sus pupilos de la JU (y sus diputados adscritos en el Parlamento federal en Berlín) se mantuvieron firme en decir "NEIN" categóricamente para forzar un debate sobre una reforma más profunda y justa para el futuro del país sin la carga de la deuda pública que ya se sitúa en más del 62% del PIB alemán (frente al 103% en España).

En un país cada vez más envejecido (el 22 por ciento son mayores de 65 años) las cotizaciones actuales hacen imposible sufragar a largo plazo unas pensiones que ya absorben el 13% de la renta nacional y en torno al 35- 40% de los PGE.

La patronal alemana (BDA) ha estimado que los costes adicionales de la reforma del canciller Merz ascenderán a €200.000 millones en los próximos 15 años, al contemplar que las cotizaciones por las pensiones a la SS aumenten del 18,6% actual al 21,4% en el 2040.

Por todo ello, las juventudes democristianas (JU) no se conforman con enmiendas al plan de su gobierno sino que exigen de forma desafiante que la CDU/CSU desarrolle y defienda antes del trámite parlamentario otra propuesta de pensiones, más sostenible para las posteriores generaciones y orientada hacia la capitalización con el fin de garantizar el futuro de las jubilaciones alemanas. Para calmar las aguas, Merz se inventa una comisión interina para discutir los pormenores de su reforma con la JU que no entorpezca su proyecto de ley en la Cámara Baja, pero que parece que no contenta a los afectados.

Esta encendida polémica en Alemania no es baladí, pues mientras en España se sale a la calle a protestar por bagatelas ideológicas sin valor añadido, la juventud alemana al menos enseña los dientes públicamente en defensa de la herencia que les puede hipotecar su futuro y el estado del bienestar de la RFA.

La postura del Partido Socialdemócrata (SPD), socio principal en el gobierno de coalición (junto con la CDU/CSU), frente al veto de la Junge Union (JU) a la reforma de pensiones es de firmeza y rechazo a cualquier cesión y modificación del proyecto de ley. El SPD defiende la reforma en marcha como un avance histórico y no está dispuesto a aceptar cambios a pesar de la amenaza de la JU de tumbar la ley.

Por eso el SPD se aferra a mantener intacta la pieza central de la reforma que es la garantía de que el nivel de las pensiones públicas se mantenga estable al menos en el 48% del salario medio hasta el año 2031 con una jubilación actual a los 67 años y perspectivas de elevarla a los 70 (en España se percibe de promedio hasta el 80% comparativamente). Como dijo el ministro de Finanzas y vicecanciller alemán, Lars Klingbeil (SPD): "Que quede bien claro, esta ley no se va a modificar".

Es más, en algunos pasillos de los socialdemócratas se ha amenazado con abandonar la coalición si la medida como está actualmente no prospera, dada la importancia que le otorgan. Recuerdan que los pactos de gobierno firmados incluyeron esa medida en la reforma a cambio de aceptar la propuesta de la CDU de la "jubilación activa" (incentivos para que los mayores sigan trabajando).

Otro caso parecido de rebelión juvenil ocurrió también en Alemania (2017/18), cuando las juventudes socialistas del SPD, los Jusos, pusieron en aprietos a la dirección del partido socialdemócrata. Liderados por Kevin Kühnert, los Jusos impulsaron la campaña "NoGroKo" para rechazar la formación de una Gran Coalición con la CDU de la entonces cancillera Angela Merkel. Esta presión fue tan intensa que generó una crisis interna en el SPD, obligando a la cúpula a someter la decisión final de gobernar a una consulta entre todos los militantes. Aunque la coalición fue finalmente aprobada por las bases, las juventudes lograron retrasar y forzar concesiones al gobierno.

La rebelión juvenil alemana, envidia para otras nuevas generaciones europeas

La firmeza de enfrentar una medida del partido del gobierno por las bases juveniles y sus jóvenes diputados en el Bundestag, no sólo está creando cierta admiración en Europa sino que dan envidia en otras nuevas generaciones europeas sin casi precedentes históricos.

Hay que recordar que unos años antes en Francia, las juventudes socialistas francesas MJS se opusieron firmemente a la reforma laboral impulsada por el gobierno de su propio partido (PS), liderado por el entonces presidente François Hollande y el primer ministro Manuel Valls en 2016. Según argumentaron, la ley era demasiado liberal, debilitaba los derechos de los trabajadores y traicionaba los principios socialistas. Se unieron activamente a manifestaciones callejeras y a los movimientos estudiantiles contra la ley, creando una fractura muy visible y profunda entre la cúpula del partido y sus bases juveniles.

Al margen de la polémica ideológica y matemática abiertas en Alemania, una cosa queda clara para ciertos analistas internacionales: el descaro amable de los jóvenes militantes en sus nuevas generaciones en la derecha y en la izquierda (Junge Union o Jusos) contra las jerarquías “vejestorias” de sus partidos y hasta el propio gobierno federal han puesto en sus agendas la defensa de unos intereses generacionales por encima de los ego-partidistas en un país que algún día heredarán.

Hay que dudar que esa firmeza de los pupilos alemanes pudiera darse en un país como España ya que muchos de sus dirigentes actuales -tanto del PP como del PSOE- proceden de las filas de sus nuevas juventudes y nunca han osado una rebelión interna como la alemana en una ley de máxima trascendencia para las cuentas y los PGE.

Al contrario, la sumisión de nuestras juventudes de partido ralla la hipocresía votando incluso por disciplina de partido propuestas en contra de los intereses de la propia juventud y su futura herencia, como es el caso de las fallidas leyes educativas, de vivienda, de igualdad, lucha contra el desempleo juvenil, la tolerancia y narrativa de la corrupción o la falta de reformas estructurales pendientes desde hace décadas, que nunca han forzado por miedo al alto coste político y personal tanto en el partido como en las urnas.

El movimiento 15-M que nació en el 2011 con muy buenas intenciones para regenerar la política fue una ensoñación. Algunos de sus promotores han decepcionado pocos años después por emular la hipocresía ideológica y los tics de la casta política sin logros palpables pero los bolsillos suficientemente llenos.

Fuera de aquellos fuegos artificiales, nuestras juventudes, como nuestras jóvenes señorías en el Congreso de Diputados, tragan lo que sea (incluso la corrupción institucional, de partidos y de gobiernos o de dogmas vacuos) a cambio de anclarse en su formación política sin importarles el testamento que España y los españoles vayan a heredar. No es un tema de nivel cultural, ni de ideología sino de dignidad y, de cómo en unos países la juventud interpreta de forma distinta la democracia respirando el mismo aire.