A las dificultades y trabas que debe sortear el pequeño comercio en España para salir adelante cada día, ahora se ve obligado a añadir un nuevo obstáculo: su relación con la entidad bancaria. Y no estamos hablando de créditos ni hipotecas, sino de algo más importante y, sobre todo, más básico: la operatividad diaria del comercio.

Un ejemplo real: para solicitar cambio, una tienda ya no puede acudir de manera espontánea a la sucursal bancaria más cercana. Ni siquiera puede hacerlo en el horario establecido. Eso se acabó. Ahora, antes de ir, tiene que enviar un correo electrónico solicitando el cambio que va a necesitar. Si no lo hace, no se podrá llevar las monedas. Y, por supuesto, sólo podrá hacerlo hasta las 11 de la mañana. Si pidió poco cambio, mala suerte, tendrá que esperar al día siguiente.

Más trabas: si acude a una oficina que no es la suya -aunque sí sea su banco- tendrá que pagar por el estuche de plástico que envuelve las monedas. Al parecer, ese plástico contamina muchísimo, al menos que sea de su sucursal. Y por si esto no fuera suficiente -atención- si al comerciante se le ocurre pedir un rollo del papel para su TPV, que también es del banco, se lo cobrarán si lo solicita en una oficina que no sea la suya.

En definitiva, además de intentar vender, cumplir la normativa, los protocolos Covid, pagar impuestos, etc. los pequeños comerciantes deben estar muy atentos a los horarios y requisitos de su banco. Y es que el servicio bancario ya no es lo que era, ni lo será. Y cada vez será más deficiente porque las entidades continúan adelgazando sus plantillas y cerrando oficinas. Ahora son más digitales.