Cada año se producen en China 600 películas y 15.000 programas televisivos. La mayoría de ellos son basura. No lo afirman los críticos, sino el responsable de la Administración Estatal para la Prensa, Publicaciones, Radio, Cine y Televisión, Cai Fuchao: "aunque la cantidad demuestra la vitalidad de la producción, no puede ocultar que hay un problema estructural con la superproducción y la mediocre calidad de las producciones de cine y televisión". Se queja este alto cargo del autoritario régimen chino en un artículo publicado en la revista "Qiushi", que publica el partido comunista, según informa Reuters.

Sus críticas se basan más en criterios políticos que estéticos porque, Cai Fuchao, recomienda a los artistas que dejen de ser "esclavos del mercado" y que no se rijan por el éxito de taquilla, sino por el "beneficio social". A su juicio el Gobierno debe "tomar la correcta orientación de la política, los valores y el comportamiento, así como impedir la propagación de tendencias materialistas y de culto al dinero".

En tres décadas China ha pasado del comunismo feroz al capitalismo irracional, que ha traído toda clase de lujos y una grave inmoralidad que se aprecia en la vida pública. Pero el régimen de Pekín sigue con un férreo control sobre los medios de comunicación a través de la censura. La propaganda difunde a través de los diversos medios los "valores sociales" que pregona el Partido, aunque pocos chinos crean en ellos. Como consecuencia en las programaciones de las televisiones, abundan las series de guerra que narran la sangrienta ocupación japonesa y los culebrones ambientados en la época de los emperadores.

La Administración Estatal de Radio, Cine y Televisión ordenó a las cadenas de televisión que emitieran mas contenidos patrióticos. A pesar de estas presiones van cambiando las ofertas de las televisiones y de los gustos de los espectadores. Sin prescindir de su "moral" comunista, cada vez hay más series auténticas a las de Occidente que tienen aceptación como los concursos o los espacios musicales como "Operación Triunfo" (OT).

La primera versión en China de "OT" fue retirada después de que el régimen la calificara de "vulgar" pese a reunir a una audiencia de 400 millones de espectadores y solo volvió a ser permitida algún tiempo después bajo una nuevas normas de "decencia y decoro".

 

Clemente Ferrer

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