Que los tiempos están cambiando, no es una novedad... Que lo está haciendo para todos, tampoco es otra novedad... Y que el periodismo sufre una fortísima transformación en la forma de transmitir la información, no tiene vuelta de hoja. Y debiéramos preguntarnos si es bueno o malo. Hoy la información es en tiempo real pero el periodismo de medios ha sido trucado por las redes sociales. Cualquiera, desde cualquier lugar del mundo, con su smartphone hace una foto y lanza un titular de 140 caracteres: "Se quema el bosque. Los vecinos lo pierden todo. La policía local no da a basto con el desastre. Dos niños desaparecidos y cunde el pánico." Ya está, el lugareño se ha cargado el trabajo del periodista que se firmaría hace 15 años el titular. Sin duda mejor escrito, mejor estructurado, con más datos. ¿Pero y qué? La noticia se ha quemado, nunca mejor dicho. Los medios de comunicación migran del papel a lo digital, y las noticias y los titulares siempre llegan tarde porque las redes sociales ya lo han contado, comentado y enfrentado. Es otro ramalazo del individualismo domesticado desde las grandes corporaciones como Facebook, Twitter, WhatsApp, etc. Esta metamorfosis, empujada desde la sufrida penuria de la dominación y el poder global ha creado dos categorías de periodistas en las que se hacinan hombres y mujeres, valiosos o no. En una de ellas -la mayoritaria- luchan por hacerse un hueco y no ser una mera pieza más en el engranaje de la noticia que le dicen que dé y de tal forma. La otra, la de los gurús, la de los intocables, los que ya no dan noticias pero las opinan. Se convierten en comentaristas de la actualidad, en decirnos qué está bien y qué no; nos avisarán de lo que pasará y dirán a políticos y financieros lo que deben hacer o decir. Son los sacerdotes que a diario ofician el sacro santo ministerio de dirigir la opinión social. Acumular escándalos ante las novedades relativamente noticiables para que hagan que las redes sociales ardan y crezca el espectáculo del día a día de una sociedad progresista e individualista que cree en sus propias religiones políticamente correctas, puritanas y relativistas. Pero sobre estos dos grupos reconocibles existe un mundo transparente para nosotros e inexistente para muchos, pero que afecta a todos: los magnates de los medios de comunicación. Los que deciden lo que los gurús deben decir en las tertulias y lo que la clase de tropa debe escribir en sus secciones. Los que fabrican la fama de algunos y los que deciden a quién hay que destrozar. Son los que se esconden tras sus medios de comunicación y manipulan la realidad porque ellos tienen unos intereses diferentes con los de la sociedad real. En todo caso, lo que sí conviene es que a la sociedad no le quede la información embargada por los medios y que sigan siendo los periodistas los que realmente enarbolen la libertad de la información. Pero eso ya no sucederá en un mundo donde la información maneja los hilos del poder. La prensa monárquica en la II República (Grafite). Cristina Barreiro Gordillo. Un estudio pasados los años (ya algunas decenas) de lo que la prensa hizo durante la II República española, donde los medios dominados por los conservadores se empeñaron en reconducir a la sociedad envenenada de nacionalismos, comunismo y hambrunas para que la monarquía se volviera a restaurar. Una publicación que merece la pena porque es un enfoque de la historia de esa época bajo el prisma de los periódicos, verdaderos conductores de las noticias y los deseos más encendidos. Una vuelta de tuerca (Sekotia). Humberto Pérez-Tomé. Una jugosa novela donde el protagonista es un periodista que trabaja desde una agencia de prensa, vendiendo artículos de interés social y cultural. La acción se establece en Berlín. Hans, el periodista, es presionado por un nuevo y poderoso cliente (la ONU) que exige sea destituido por su influencia en los países de América y España, gracias a un artículo titulado El tubo de ensayo español, donde las tesis de la ideología de género se pone en práctica para estudiar los resultados de la ingeniería social. Por supuesto el periodista es sustituido... ¡Ojo, con final feliz! La prensa libre (Nuevo Inicio). Hilaire Belloc. En este caso, el autor, reconocido por sus agudas observaciones sociales, escritor infatigable y que no se dejó doblegar, hizo un ejercicio de "locura" escribiendo con una claridad inigualable sobe el poder que ejercen los media. Alguien, persona o cosa, que surja como estilete en contra de los objetivos de los propietarios, será convertido en polvo. Si es cura, en un rencoroso y amargado del pasado; si es político, en un peligro para la sociedad; si es una empresa, un asesino medioambiental explotador de niños en el Tercer Mundo. ¡Si Hilarie levantara la cabeza! Humberto Pérez-Tomé Román @hptr2013