Ya lo decía Giovanni Guareschi: "Cabassa queda más arriba en relación con la corriente del río: un cochino pueblo donde siembras maíz y nacen comunistas".

Lo mismo podríamos decir hoy de la vieja España: un cochino país en el que siembras maíz y nacen podemitas, siembras principios nobles, como el de esforzarse cada día por el bien común y surgen los que condenan la propiedad privada y aseguran que lo público, o sea, el dinero de los demás, es lo único democrático, adjetivo favorito, desde los años cincuenta del pasado siglo, de los marxistas en democracia. Cuando se enfrentan a un régimen parlamentario, los marxistas hablan de democracia, cuando han conseguido el poder, de dictadura del proletariado. 

En el entretanto, lo público, esa propiedad que los políticos te roban y administran como les viene en gana... democráticamente.

Sí, ya sé que el voto de Podemos -la nueva marca del marxismo en España- va hacia abajo pero lo cierto es que los tópicos del neomarxismo -o sea del leninismo de género, mucho más idiota que el tradicional- han cundido en buena parte de España, incluidos los votantes de derechas. Y junto a la ideología de género, también ha cundido algo no menos peligroso: el gusto por lo público, que es el mayor enemigo de la libertad y de la propiedad. Es decir, del hombre.

El NOM te dice aquello de "no poseerás nada y serás feliz", mientras el cristianismo te dice: 'gana el pan con el sudor de tu frente'... porque sólo si tienes patrimonio podrás ayudar al que no lo tiene

Ahora es el Nuevo Orden Mundial (NOM), de cuño capitalista, quien nos dice que "no poseerás nada y serás feliz", primer mandamiento del Foro de Davos, mientras el cristianismo te dice gana el pan y el patrimonio con el sudor de tu frente, porque sólo si tienes patrimonio podrás ayudar al que no lo tiene.

Nunca me ha gustado el grito conservador de patria y propiedad, porque si no aparece el nombre de Cristo, el asunto se queda cojo. Hay que pasar del conservadurismo al tradicionalismo, más que nada porque el tradicionalismo, hoy en exigua minoría, constituye el único romanticismo que nos queda y al que debemos aferrarnos. De hecho, la próxima era será cristiana o no será. Y el cristianismo siempre resulta romántico. 

En resumen, aunque el imperio de la venenosa ideología de género semeje lo contrario, España será clave en la muerte y resurrección de la era que ahora termina... aunque reconozco que no sé cómo lo será.

En el entretanto, cuidado con los heraldos del Nuevo Orden. El NOM te dice aquello de "no poseerás nada y serás feliz", mientras el cristianismo te dice: "ganarás el pan con el sudor de tu frente"... porque sólo si tienes patrimonio podrás ayudar al que no lo tiene.

Y repito: el nuevo marxismo de género es muchísimo más idiota que el tradicional marxismo proletario pero constituye un peligro aún más avieso para la libertad. Y sin libertad, no hay compromiso, ergo no puede haber caridad, eso que llamamos amor. 

Rezad por España, un cochino país donde siembras maíz y nacen podemitas. O peor: sanchistas.