En el siglo XXI existen muchas revelaciones particulares, la mayoría poseen un ámbito de cobertura que no abarca mucho más allá de lo que abarca una revelación privada... que no es más que la que tiene cualquier cristiano en oración. ¿O nos hemos olvidado que rezar es hablar con Dios y que, ojo, en ese diálogo Dios puede, y suele, responder? 

Pues bien, esa iglesia profética, a la que siempre conviene prestar atención sin caer en la obsesión, nos habla de que vivimos en una etapa fin de ciclo. Entonces llegan los amantes de lo esotérico, que también existen en la Iglesia, y se asoman al abismo apocalíptico. La cosa se suele concretar en una pregunta: ¿Estamos en el fin del mundo? La respuesta es taxativa. No.

Alemania, noviembre de 1980, pocos meses antes de su atentado en la Plaza de San Pedro, que tuvo lugar el 13 de mayo de 1981, en la plaza de San Pedro festividad de la Virgen de Fátima, cuya Consagración cumplió Juan Pablo II y vino el final del comunismo, ocho años después. Los alemanes preguntan a San Juan Pablo II, un Papa más filósofo que teólogo, por el futuro de la Iglesia. Entonces es cuando responde y ya indica, a veinte años de la nueva centuria, que vivimos la era de la Blasfemia contra el Espíritu Santo, concretada en una generación que no sabe trasmitir a sus hijos los primigenios valores morales que antes se comunicaban como por ósmosis. 

San Juan Pablo II: "sólo una intervención de lo alto puede hacer pensar en un futuro menos oscuro"

Pero también dice algo más: habla, en un tono apocalíptico, no muy habitual en él, y dice lo siguiente. "Debemos prepararnos a soportar, dentro de no mucho tiempo, grandes pruebas, las cuales nos exigirán la disposición de nuestra vida y una dedicación total a Cristo y para Cristo".

Y ahora viene lo duro: "Con la oración vuestra y la mía es posible mitigar esta tribulación pero no es posible eliminarla, porque sólo así la Iglesia puede ser efectivamente renovada".

Y entonces es cuando habla de sangre. "¡Cuántas veces de la sangre ha emergido la renovación de la Iglesia! También esta vez no será diferente. Debemos ser fuertes, prepararnos y confiar en Cristo y en su Madre Santísima".

Porque, el mismo San Juan Pablo II, en 2002, tres años antes de su muerte ya iniciado el siglo XXI, soltaba la siguiente perla: "las dificultades que presenta el panorama mundial en este comienzo del tercer milenio nos inducen a pensar que sólo una intervención de lo alto, capaz de orientar los corazones de quienes viven situaciones conflictivas y de quienes rigen los destinos de las naciones, puede hacer pensar en un futuro menos oscuro".